MONTAR A CABALLO

En mi niñez y adolescencia era un lector empedernido de lo que entonces se llamaban tebeos (comics).  Como no disponía de dinero para comprarlos los pedía prestados y también recuerdo haber ganado muchos jugando a las cartas, a las bolas (canicas) y a cualquier juego de los que había en esa época. Una vez los leía se cambiaban en los quioscos o tiendas que hacían cambios de novelas por unas pocas pesetas.

Recuerdo con emoción un verano en mi pueblo, Antequera, donde descubrí un tesoro de tebeos en el cajón de una cómoda. Eran de mi primo Pepín y había cientos. Pasaba horas y horas devorando aquellos tebeos llenos de aventuras.

El Jabato, el Capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín,  Mortadelo,  Zipi Zape son algunos de los títulos que recuerdo de aquella época. Y el T.B.O que daba nombre a todos.

Pero sin duda los que más me gustaban eran los de Hazañas Bélicas y las novelas del  Oeste.

Mi afición no era bien vista por mis padres y educadores y lo mismo que se dice hoy a los menores de que no es bueno dedicar tanto tiempo a los videojuegos o al móvil también me decían que no era bueno leer tantos tebeos, con advertencias tales como que me podía pasar como a Don Quijote que se volvió loco por leer tantas novelas de caballería. Yo hacía caso omiso de esas advertencias y me servían de fuente de inspiración para fantasear con historias en las que yo era el héroe y protagonista de las mismas.

A menudo esas fantasías las compartía con mi hermano Pepe en un juego que bauticé con el nombre de “Jugar a los chicos”. Consistía en buscar un sitio tranquilo, sentarnos en el suelo y yo contaba historias parecidas a las que leía en los tebeos en las que nosotros éramos los protagonistas.  Mi hermano me escuchaba muy atento y me ayudaba a seguir el guión que yo me inventaba sobre la marcha. A menudo las historias eran tomadas de las novelas del oeste y recuerdo que en ellas yo me llamaba Richard y tenía una novia que se llamaba Raquel. Y sobre todo éramos grandes jinetes  que montábamos  a caballo con una destreza sin igual. ¡Cómo me gustaba galopar a caballo en mis sueños!

La realidad es que me hice adulto, las fantasías quedaron atrás y nunca tuve oportunidad de montar a caballo y como otros deseos se quedó en el sueño de los justos.

Con 45 años se me presentó una oportunidad de montar a caballo y quiero contarles la experiencia.

Estaba ya trabajando en la tienda de prensa y ya formaba parte del mundo asociativo. Eran años de mucha actividad de las Asociaciones de Vendedores de Prensa de toda España y con bastante frecuencia se hacían Asambleas y reuniones que muchas veces coincidían con las Cenas de Hermandad que hacían las Asociaciones.

Fue en Santander donde se celebró la Cena de Hermandad de la Asociación de Vendedores de Prensa de Cantabria a la que acudí en representación de FEMCAPRENS, acompañado del letrado que nos asesoraba en aquella época y de Gregorio Ruiz de la Sierra, Gerente de una empresa que por aquel entonces comercializaba un programa informático para el quiosco, llamado ANDI.

Al finalizar la Asamblea celebrada por la mañana y como quedaban varias horas hasta la Cena de Hermandad la letrada de la Asociación de Cantabria nos dijo que tenía varios caballos y que nos invitaba a los tres a dar un paseo por el monte. Tanto al abogado, como a Gregorio les pareció una idea magnífica y aunque puse reparos diciendo que no había montado nunca a caballo me convencieron porque ellos me iban a enseñar,  era muy fácil y además íbamos a ir despacio. 

Acepté porque no me apetecía la idea de quedarme sólo en el hotel y porque iba a vivir otra experiencia en mi vida. Así que fuimos los cuatro en un coche a la casa de la letrada donde tenía los caballos. Tras unas breves explicaciones sobre lo que debía saber sobre las riendas nos montamos y comenzamos el paseo.

Me colocaron en tercer lugar y a los pocos metros de salir, mi caballo aligera el paso, se pone el primero y alcanza un carro que iba delante de nosotros lleno de hierba y se pone a comer tranquilamente sin detenerse. Los otros jinetes me daban voces para que hiciera parar el caballo pero a mí me daba pena tirar hacia atrás de las riendas porque me habían dicho que eso les hace mucho daño. Se adelantó la dueña de los caballos y consiguió pararlo y cambiamos de dirección para evitar de nuevo al carro. 

Continuamos el paseo ya por un camino de tierra y a los lados había prados donde las vacas pastaban y para que no escapen pues hay vallas con hilo eléctrico. En eso que se para el primer caballo porque su jinete quería explicarnos algo, el segundo también se para y yo no sé lo que hago pero mi caballo se arrima a la valla, recibe una descarga eléctrica, pega un respingo y si él se asustó más me asusté yo. Afortunadamente se quedó sólo en el susto.

Seguimos con el paseo y nos encontramos un pequeño arroyo que había que pasar. Los demás pasaron sin problema pero el mío se negaba, decía que no pasaba, que él no se mojaba los pies. Yo creo que se había dado cuenta que él mandaba más que yo. Al final tirando de las riendas consiguieron que lo cruzara.

Este caballo tampoco quiere saltar el obstáculo. Debe ser pariente del que yo llevaba.

Mientras fueran cosas así no íbamos mal, pensaba yo para mis adentros sin saber que lo gordo faltaba por venir. La verdad que los paisajes eran espectaculares entre montes verdes al lado del mar azul pero mi mente estaba más preocupada por otras cosas que me impedían disfrutar del paseo. No era capaz de sincronizar  los movimientos del caballo con mi culo y lo hacía al revés; cuando el lomo del caballo subía mi culo bajaba y el choque entre ambos era de doler. De vez en cuando conseguía ajustar el ritmo pero enseguida perdía el paso. Parecía un recluta torpe de esos que en la mili no saben coger el paso.

 Iba yo pensando en esto cuando veo que subimos una pequeña colina y de repente nos encontramos una bajada bastante pronunciada. Miro a ver si hay otro camino alternativo y compruebo con desazón que no. Pues habrá que bajar la cuesta. Baja el primero, baja el segundo y le indico a mi caballo que baje despacio. No me debió de entender y bajó corriendo de tal suerte que yo me asusté, tiré de las riendas hacia mí y cuando llegamos abajo el caballo  paró en seco.

Salí volando por encima de su cabeza y caí dando una voltereta. Afortunadamente caí de espaldas sobre un lecho de hierba abundante, me incorporé, me ajusté las gafas (no se me habían caído) y dije: “No ha pasado nada”. En ese momento la risa de mis compañeros resonó en el tenso silencio que mi caída había provocado.

Me preguntaron si me atrevía a montar de nuevo, ya que estábamos cerca del final del paseo. Después de unos momentos de duda, decidí que era mejor ir montado, por si acaso los otros caballos me daban una coz si iba a pie. Así que volví a subir al caballo y terminamos el paseo sin más contratiempos.

Bueno sí. Hubo un contratiempo menor. Cuando llegué al hotel y fui a ducharme descubrí que los calzoncillos se habían “hecho mistos” por el lado del culo.

Pasé unos días con molestias por las agujetas y el dolor en el coxis. Y por supuesto me dije que había sido la primera y la última vez que montaba a caballo.

Cuando lo recuerdo pienso que tuve mucha suerte pues una mala caída me podría haber desgraciado la vida. Y me acuerdo de las veces que mi padre estuvo en serio peligro por su vida, tal como cuenta mi hermano Pepe en CARTA A MI PADRE.

En esta ocasión y salvando las distancias  yo tuve la suerte de cara como mi padre.

PACO EL GRUÑON

Foto actual del Hotel Carlton

Revolviendo de nuevo en la caja de mis recuerdos antiguos, encontré un billete de un dólar americano y llegaron a mi mente recuerdos y sensaciones que tenía casi olvidadas. Era el primer dólar que me dieron de propina cuando trabajé de botones en el Hotel Carlton.

Era el verano de 1968 y había pasado ya el primer año de internado en la Universidad Laboral de Córdoba (ULC). Había cumplido recién los catorce años y en aquella época eso significaba que ya podías empezar a trabajar.

Mis hermanos mayores habían empezado a trabajar con esa edad o incluso antes de cumplir los catorce y ese era el destino para los chicos de familias humildes. Gracias a la Beca para estudiar en la ULC, si conseguía mantenerla, podría escapar a ese destino.

Pero tres meses de vacaciones para un chico de catorce años eran muchas vacaciones y yo quería ayudar en casa. El novio de mi hermana Carmen, Luis trabajaba en hostelería y me dijo que si yo quería trabajar que fuera a hablar con un amigo que tenía en el Hotel Carlton, en el Paseo de las Delicias nº28 de Madrid.

Allí me presenté sólo, entré en la cafetería del Hotel Carlton, pregunté por el Sr. Pérez y este me recibió. Me miró de arriba abajo y debió darle pena mi fragilidad para trabajar de camarero. Me dijo que le acompañara y me llevó a la Conserjería del Hotel, habló con el Conserje y me ofreció como botones. Le dijeron que sí y me mandaron que al día siguiente me presentara para empezar a trabajar de botones.

El trabajo era estar a las órdenes del conserje que tocaba la campanilla cada vez que nos necesitaba. Lo que más me gustaba era acompañar a los clientes a la habitación, enseñarla y recibir las propinas que solían ser generosas, sobre todo de los clientes americanos. La jornada laboral era dura pues era de 15: 00 a 24:00 todos los días, librando un día entre semana.

Cómo ya era mayor (al menos para trabajar) además de fumar que ya lo hacíamos en la ULC, también recuerdo que empecé a acostumbrarme a la cerveza pues todas las tardes con el dinero de las propinas me podía permitir comerme un bocadillo de calamares y una cerveza en un bar cercano.

Pero todo no puede ser bueno y en el hotel había un mozo de equipajes que era el encargado de llevar las maletas a la habitación y que pretendía que los botones no llegáramos antes que él a la habitación para compartir la propina. A mí los botones veteranos me dijeron que si llegaba antes que él recibía más propina y así lo hacía.

Así que cada vez que me cruzaba con él después de cada entrada de clientes me gritaba, me decía de todo y que me iba a dar de hostias como no le esperara. Era de estatura media, fuerte y cuarentón (a mí me parecía viejo). Siempre estaba de mal genio, hablaba a voces y los botones le llamábamos Paco el Gruñón.

Un día me mandaron a Lencería que estaba en la quinta planta a recoger unas ropas de unos clientes para llevarlas a su habitación. Al pasar al lado del montacargas que se usaba para subir las maletas oí cómo Paco el Gruñón estaba cargando maletas en el montacargas en la planta baja. Sus gritos y maneras de hablar eran inconfundibles. Esperé que el montacargas empezara a subir y en ese momento levanté una pestaña y abrí ligeramente la puerta del montacargas que se paró al instante. Mientas me alejaba para cumplir mi cometido oía con satisfacción los gritos que pegaba Paco el Gruñón.

Pero había sido demasiado ingenuo pensando que no me descubrirían y cuando me lo encontré, una vez liberado, me coge del brazo, me dice que he sido yo el que he dejado la puerta abierta porque en Lencería le habían dicho que yo había sido la última persona que pasó por allí.

Así que me lleva ante el conserje y le dice lo que yo le había hecho. El conserje me mira muy serio, me pregunta si lo he hecho y yo le contesto con firmeza que yo no he sido. El conserje  se queda mirándome unos segundos y luego le dice a Paco el Gruñón: Habrá sido otro. Y Paco se marchó con el rabo entre las patas.

El conserje me creyó porque yo tenía buena fama ya que no me escaqueaba en el trabajo, había recibido felicitaciones de los clientes que me cogían del brazo y me llevaban al conserje para decir que era muy educado y atento. Seguramente pensó que un niño tan buenecito no iba a ser capaz de hacerle eso a Paco el Gruñón. O a lo mejor pensó que se lo merecía y en su interior también se alegró. Eso no lo puedo saber.

Lo que sí sé es que desde entonces cada vez que me cruzaba con Paco el Gruñón me miraba con desdén pero jamás volvió a chillarme ni a amenazarme.

Así que esta experiencia me sirvió para reforzar dos de mis ideas que he intentado poner en práctica a lo largo de mi vida.

La primera es un refrán: Cría buena fama y échate a dormir.

La segunda que el respeto de los demás te lo tienes que ganar tú.

¡QUE LINDO ES PERU! (I)

He tenido la fortuna de visitar dos veces Perú, una en Abril de 2018 y otra en Agosto- Septiembre de 2022. En las dos ocasiones he estado acompañado por VIOLETA, una mujer peruana extraordinaria y eso me ha permitido conocer más a fondo, a través de su familia y amigos, ese hermoso país y a sus gentes.

Machu Picchu a nuestros pies

En el primer viaje visité, además de Lima, Cusco (en Perú Cusco no Cuzco) y Machu Picchu y voy a intentar relatar como vi y viví el Perú. Un mes intenso lleno de experiencias que me hacían sentir emociones igualmente intensas.

Tras un largo viaje de más de 12 horas llegamos a Lima a las 6 de la mañana (hora local). Nada más descender del avión  y salir a la calle del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez ya empiezas a percibir una neblina que lo envuelve todo y piensas que Lima será una ciudad húmeda y fría. Por eso cuesta creer cuando te dicen que en Lima apenas llueve, que los limeños no conocen las fuertes lluvias y que de fría nada porque apenas se utiliza la calefacción.

EL TRAFICO

En horas punta el tráfico es intenso

En el traslado desde el aeropuerto al hotel ya notas que el tráfico es infernal en las horas punta, normal en una ciudad de más de once millones de habitantes, con enormes atascos. Los conductores, que seguro aprendieron todas las normas de circulación para obtener el «brevete» (permiso de conducir), solo respetan una: la de «manejar» a no dar. Como me dijo un taxista todo vale menos dar. Esto incluye pasar un paso cebra antes que el peatón, aligerar en un cruce para que frene el de al lado o que los primeros diez segundos de un semáforo en rojo no se cuentan. Es decir que aunque un semáforo esté rojo, si te da tiempo y no atropellas a nadie o no vas a chocar con otro vehículo, puedes pasar.

Foto de valla publicitaria

Todavía recuerdo con asombro cómo un guardia que regulaba la circulación en un cruce paraba brazo en alto los vehículos que venían de frente hacia él y cómo éstos seguían pasando a su lado, sin que el guardia se inmutara.

Otra cosa que me llamó la atención fue la cantidad de personas que en los semáforos, que son de larga duración, te ofrecen para venderte productos de todo tipo: periódicos, refrescos, galletas, chocolate, frutas, helado. Aunque en España también te encuentras a veces con personas que se ganan la vida en los semáforos, en Lima estás más generalizado. Así que un viaje en taxi o en turismo particular por la ciudad de Lima es de todo menos aburrido.

Te pueden vender de todo en la calle

El transporte público es un poco diferente a lo que conocemos en España y no sólo porque las paradas se llamen «Paraderos». Además de la línea de metro, hay autobuses, «cústers» (minibuses) y combis que recorren las vías principales de la ciudad pero es difícil aprender a utilizar sus líneas. Los trayectos se anuncian en el propio vehículo y a viva voz, cuando llega el vehículo al Paradero y sólo te dicen las calles que atraviesan que son avenidas larguísimas. No recomiendo utilizarlos si no vas acompañado de un limeño. Yo afortunadamente pude utilizarlos por ir acompañado de Violeta.

El metro de Lima a su paso por la Avda Aviación

UN TRAYECTO EN CUSTER

Si tienes espíritu aventurero y quieres emociones fuertes no hay mejor aventura que tomar una cúster (minibus) y observar cómo el «fercho» (conductor) sortea los obstáculos que se encuentra en su camino, el cobrador de la cúster sube y baja con el vehículo en marcha, voceando los destinos y captando pasajeros.

En ocasiones las paradas se producen en el tercer carril de una gran avenida cuando el semáforo está rojo y los viajeros que suben y bajan atraviesan entre los coches parados la distancia que les separa de la cúster. Si se pone verde el semáforo imagínese las prisas que hay que darse para alcanzar la acera o el bus.

Los asientos son minúsculos (al menos para mí que me tenía que sentar de lado) pero eso sí suena una música alegre a volumen alto que te daban ganas de ponerte a bailar, si no fuera por el miedo a caer de bruces al suelo por los acelerones y frenazos. De vez en cuando en una parada se sube un vendedor ambulante que te ofrece caramelos, artesanía o su mejor vena artística. Recauda unos pocos soles y se baja en la siguiente parada. A ellos no les cobran el “pasaje” como bien dicen en Perú.

Otra cosa que me asombraba era cómo controlaban que todos los pasajeros pagaran su billete y el importe correcto ya que éste oscila según el trayecto que vayas a recorrer.

Te subes al vehículo y si el «fercho» también es cobrador a veces se paga al subir pero también he visto que pasan sin pagar, se sientan, preparan el importe y luego pagan o bien lo hacen al bajarse. Observaba con interés que el «fercho» tenía controlado en todo momento quien le había pagado y quien no y si notaba que alguien pretendía escabullirse de esa obligación le conminaba con un vozarrón y sin dejar de «manejar», describiendo la ropa que llevaba para que efectuara el pago correspondiente. Me admiraba el control que el «fercho» cobrador tiene sobre lo que cada pasajero debía pagar y cuando se debía bajar. Como dicen los peruanos «son muy moscas», son «tromes».

 Con tantas distracciones y sobresaltos el trayecto se te hace cortísimo y la sensación de alivio que sientes al bajarte es indescriptible. Así que amigo lector si le gustan las emociones fuertes un viajecito en una cúster de Lima es la mejor forma de subir la adrenalina (y además es barato, por dos soles o menos).

TOMAR UN TAXI

Taxis de Lima

Tomar un taxi es otra tarea curiosa. Cuando paras un taxi debes acordar el precio antes de subirte y como mi aspecto delataba que no era de allí, Violeta me alejaba de ella y hasta que no acordaba el precio no me pedía que me acercara para subirme con ella. Eso era porque a los turistas les cobran más que a los nacionales, como ocurre en todas partes, y así podía negociar mejor precio.

Me llamó mucho la atención la cantidad de taxis que hay, al menos por el día, y por las zonas que nos movíamos. Cada vez que parábamos un taxi, paraban dos o más taxis detrás y si no llegabas a un acuerdo con el primero te dirigías a negociar con el segundo y así sucesivamente. Según me han comentado además de los taxis profesionales que se dedican en exclusiva a esta actividad, en Lima cualquiera puede salir con su coche y ejercer de taxista sin ningún otro requisito.

Si vas sólo y tienes prisa, nada mejor que, para sortear el tráfico, tomar un taxi moto

Son baratos al cambio si lo comparas con los taxis de Madrid o Barcelona pues una carrera te puede costar en soles lo que en España te cuesta en euros y el cambio aproximado es de 4 soles por un euro. Eso sí muchos son viejos y destartalados y durante el trayecto vas rezando que no le fallen los frenos o los reflejos del conductor en los múltiples quiebros que hace en cada cruce para pasar antes que el de al lado. La ventaja que tienes es que al ser un precio cerrado les interesa acabar cuanto antes la carrera y no darte paseos innecesarios para aumentar el importe.

Siempre que se va a tomar un taxi, hay que tener «sencillo» (dinero suelto) y si es posible el pago exacto. En la mayoría de los casos, los conductores no tienen para darte el «vuelto» (cambio), sobre todo si se trata de billetes grandes.

EL HOTEL

Hotel Jiam en San Borja, donde nos alojamos.

Nos alojamos en un hotel del barrio de San Borja, un distrito residencial muy tranquilo y seguro, no muy alejado de San Isidro y Miraflores que son los distritos más turísticos de Lima. Me chocó el precio por noche (100 soles, unos 25 euros) para una habitación doble con desayuno incluido. No es un hotel de lujo pero la habitación está limpia y los desayunos son abundantes con su jugo de papaya o piña, su café o infusión, dos bollos de pan, mermelada, mantequilla y huevo frito o huevo revuelto.

Eso sí, todos los días te preguntaban si querías que te arreglaran la habitación. Si les decías que no, se ponían más contentos. Optamos porque nos la arreglaran un día sí y otro no.

FARMACIAS

Farmacias a tutiplén

Me llamó la atención la cantidad de farmacias que hay en las calles. En muchos casos podías encontrar hasta tres seguidas en locales adjuntos. Además de medicamentos en algunas puedes recargar el móvil y se pueden hacer trámites bancarios. En Lima no se acostumbra a domiciliar en el banco los recibos de la luz, agua, gas etc. y se pueden pagar en las farmacias.

Otra cosa que me sorprendió es que los medicamentos se pueden comprar por unidad de pastillas. Nosotros compramos Omeprazol a 1,40 soles cada pastilla y Apronax (Naproxeno) a 1,46 soles cada pastilla. Me recordó cuando en España se podían comprar cigarrillos sueltos.

CENTRO HISTORICO DE LIMA

Preciosa balconada del Palacio de la Municipalidad

Lima es una ciudad emblemática y majestuosa, que fue capital del virreinato español, lo que la convirtió en una verdadera metrópoli latinoamericana desde hace más de 400 años. Hay infinidad de monumentos y atractivos turísticos y me voy a referir sólo a los que visité.

Visité su grandiosa Plaza de Armas (Plaza Mayor) que es el sitio donde se fundó la ciudad, en la que se encuentra la Catedral, el Palacio de Gobierno, residencia del Presidente de la República, el Palacio Arzobispal y el Palacio de la Municipalidad (Ayuntamiento). En la Catedral se encuentra la tumba de Francisco Pizarro el fundador de la Ciudad de Lima.

Detrás de Violeta el Palacio de Justicia

Visité el Paseo de los Héroes Navales flanqueado por imponentes edificios como el Hotel Sheraton, el edificio Rimac, el Museo de Arte Italiano y la Torre del Centro Cívico. En un lateral se encuentra el Palacio de Justicia, edificio flanqueado por dos leones de mármol que recuerdan al Congreso de los Diputados de Madrid.

A lo largo del paseo se encuentran doce bustos de héroes navales peruanos que lucharon en la Guerra del Pacífico contra Chile a finales del siglo XIX. También se encuentran  dos imponentes conjuntos arquitectónicos en bronce referidos a las llamas y al trabajo y una estatua del cóndor, ave sagrada y símbolo del Perú.

Visitamos el Convento de San Francisco y sus Catacumbas, un edificio impresionante de 1546 que fue Convento Franciscano y que hoy es uno de los Museos más visitados de Lima.  Además de cuadros como la Ultima Cena que sorprende por su originalidad, se pueden ver obras de arte, artesonados, claustros adornados con azulejos, libros antiguos y una gran iglesia que guarda debajo misteriosas criptas, conocidas popularmente como “catacumbas”. En ellas enterraban a todos los cofrades que morían en el convento hasta principios del siglo XIX y se pueden ver cientos (quizá miles) de huesos y calaveras que están apilados en los laterales de los pasillos por los que discurre la visita guiada. Realmente estremecedor.

Huesos y calaveras en las catacumbas

Visitamos el Museo Metropolitano de Lima que está al lado del mayor parque de la ciudad, el Parque de la Exposición. Es un museo interactivo con recursos multimedia y me resultó muy excitante la simulación de un terremoto que en Perú es un fenómeno que ocurre con cierta frecuencia. Sentirlo aunque fuera sentado en una butaca de cine impresiona.

Me explicaron que en Perú se enseña en las escuelas como actuar en caso de sismo y en los edificios públicos están señalizadas las columnas bajo las que te puedes resguardar en su caso.

MIRAFLORES Y BARRANCO

Anochecer en Larcomar,

Visité el barrio de Miraflores donde se encuentra Larcomar un centro comercial moderno que mira al mar y que no tiene nada que envidiar a los centros comerciales europeos. Dispone de cine, teatro, discotecas, restaurantes de todo tipo  y diferentes tiendas de joyas y ropa.

Desde allí se puede pasear contemplando el Oceano Pacífico y sus acantilados hasta el Parque del Amor, un parque bien cuidado  donde se encuentra la famosa estatua del Beso. El parque tiene también en su interior diferentes mosaicos con palabras y frases amorosas. También hay una reja llena de candados puestos por muchas parejas como símbolo de su amor.

La estatua del beso en el Parque del Amor

Otro día visité Barranco, el barrio bohemio de los artistas. Pasear por sus calles se asemeja a pasear por un museo pues sus paredes están cubiertas por pinturas murales y en sus jardines se pueden contemplar obras de arte.  

En Barranco está el Puente de los Suspiros, que sirvió de inspiración a Chabuca Granda para componer la canción del mismo nombre. Este Puente de 33 metros de largo y 8 m de alto ha sido testigo de muchas declaraciones de amor y peticiones de matrimonio y dice la tradición que hay que pedir un deseo y  cruzarlo sin respirar si quieres que se cumpla.

Cerca del Puente se encuentran el monumento a Chabuca Granda, compositora y cantante de la que los peruanos se sienten muy orgullosos por haber llevado la música criolla por todo el mundo. La Flor de la Canela y Fina Estampa son las canciones más conocidas en España. También compuso una canción en honor de José Antonio Delavalle y García, un ingeniero que salvó de la extinción al caballo de paso peruano a principios del siglo XX y hay una estatua de él a caballo junto a la de la artista.

Monumento a Chabuca Granda y José Antonio Delavalle

Comimos en Isolina, una taberna famosa de la que dicen que hace el mejor cebiche de Lima. Lo probé, estaba rico pero no sabría decir si es el mejor.

EL PARQUE DE LAS AGUAS

Me encantó el Circuito Mágico del Agua, espectáculo fabuloso que cada noche se celebra en el Parque de las Aguas. Son 13 fuentes ornamentales, cibernéticas e interactivas en las que el agua, la música, la luz, las imágenes y los efectos láser se mezclan para ofrecer una visión única. Crear una pantalla de cine con gotas de agua me impresionó. Pero mejor que palabras es ver este video que pretende ser una muestra mínima del espectáculo que presencié.

CUSCO Y MACHUPICHU

Para esta parte del viaje contratamos un tour organizado con una agencia pues Violeta no lo conocía y nos sentíamos más seguros así. Familiares y amigos nos habían advertido sobre el soroche (mal de altura) que puede provocar malestar general, nauseas, vómitos etc. Cusco está a 3400 m. de altura y para adaptarte a esa altura es necesario seguir unas pautas que minimicen sus efectos, tales como tomar mate de coca, comer ligero y no hacer grandes esfuerzos hasta no estar aclimatado.

VISTA PANORAMICA DE CUSCO

Volamos a Cusco, ciudad de los Andes peruanos que fue capital del imperio inca,  en un vuelo de aproximadamente 1 hora. Tras desembarcar, cuando íbamos caminando por los largos pasillos del Aeropuerto Alejandro Velasco encuentro al entrar a un amplio hall un objeto que me pareció un cenicero de pie con el receptáculo de la ceniza lleno de hojas verdes. Observé cómo los pasajeros que me precedían tomaban esas hojas y se las llevaban a la boca. Eran hojas de coca que se utilizan para combatir el soroche  y como a mí me educaron con la máxima “allí donde fueres haz lo que vieres”, ni corto ni perezoso tomé unas cuantas hojas de coca me las introduje en la boca y me puse a masticarlas como si fueran chicle. Las hojas se hicieron “mijitas” y aquello sabía a rayos pero mi temor al soroche me aconsejó no escupirlas. Debí tragármelo todo porque al poco tiempo en mi boca no había rastro de las hojas. Luego me explicaron que no hay que masticarlas sino chuparlas hasta que se hagan una bola y escupirlas después. Me enteré tarde.

Hojas de coca

Al llegar al hotel nos recibieron con una infusión de mate de coca y la guía que nos recogió en el Aeropuerto nos recordó que comiéramos caldo y cosas ligeras hasta que nos adaptáramos a la altura. En efecto tanto Violeta como yo nos adaptamos con facilidad y sólo experimentamos síntomas muy leves. Seguramente las hojas de coca ayudaron.

Sacsayhuaman

Por la tarde visita guiada hacia Tambomachay, Puca Pucara y Sacsayhuaman, enclaves arqueológicos cerca de Cusco muy bien conservados en un entorno natural inigualable.

Sacsayhuamán es un templo ceremonial inca que se construyó entre los siglos XIV y XV y está formado por paredes de piedra de gran tamaño que están integradas armónicamente en la naturaleza.

Según nos contaron allí se celebra cada 24 de Junio algunos de los actos de la fiesta del INTI RAYMI en honor al diós del sol inca INTI. Es una representación teatral de lo que se hacía en tiempos de los emperadores incas, donde miles de cusqueños y personas de todas partes del mundo se dan cita en este acontecimiento y  que según nos dicen es una de las manifestaciones culturales y tradicionales más importantes en esta parte del mundo. A ver si en el próximo viaje lo podemos ver.

Para finalizar el día dimos un paseo guiado por Cusco visitando la Plaza de Armas con sus galerías y balcones de madera tallada, la Iglesia de Santo Domingo que se levanta en los terrenos que ocupaba el Coricancha, el principal templo del sol inca donde se rendía culto al sol y se guardaban las momias de los gobernantes y de las Coyas. (esposas principales de los reyes incas).

Al día siguiente por la mañana salimos en minibús para hacer la excursión del Valle Sagrado de los Incas que se extiende entre Pisac y Ollantaytambo, en plena Cordillera de los Andes Centrales. Hicimos la primera parada en una tienda de artesanía donde nos explicaron cómo teñían las lanas con la cochinilla y pudimos hacernos fotos con las llamas que había en el patio central.

A continuación nos dirigimos hacia PISAC. Sus ruinas son de una belleza increíble. Su privilegiada situación en lo alto de una colina, rodeada por barrancos y terrazas agrícolas consigue que las vistas del Valle Sagrado sean una imagen de postal.

Con mucho esfuerzo subimos hasta K’allaQ’asa, construido en la cima de la montaña tiene la mayor altitud de todos los recintos y en sus costados impresionantes barrancos.

Ollantaytambo a 60 km de Cusco es la siguiente parada. Nada más entrar al recinto se ven las terrazas agrícolas y arriba el templo y la fortaleza.

Mientras subimos una interminable fila de escalones disfrutamos del paisaje en cada descanso. Y desde lo más alto disfrutamos de unas vistas increíbles.

Montañas, ruinas, arquitectura e historia son las características de esta región de Perú que merece la pena visitar y que son la puerta de entrada para lo que viene al día siguiente porque a las 3 de la tarde tomamos el tren que nos lleva a Aguas Calientes (Machu Picchu).

Viajamos en clase VISTADOME que es un poco más cara pero merece la pena. El trayecto de hora y media discurrió por el curso del río Urubamba y sus grandes ventanales y el techo panorámico nos permitió ver unos paisajes espectaculares.

Durante el trayecto nos ofrecieron té o refrescos acompañado por frutas o pastelitos. Nos alojamos en el Hotel Terraza de Luna, un hotel de 3 estrellas moderno similar a los que te puedes encontrar en España.

Por la mañana temprano después de desayunar nos recogen en el hotel para llevarnos al autobús que nos acercará a Machu Picchu. Tomamos el autobús y nos deja en la base de la ciudadela. A partir de ahí iniciamos una subida larga y dura (ya estamos un poco mayores) pero conseguimos coronar la cima.

Levantamos los brazos para reponer toda la energía que habíamos gastado. La verdad que merece la pena el esfuerzo. Las vistas son fabulosas y aunque el día está un poco nublado la temperatura es agradable. Continuamos con la visita guiada explicándonos que “Machu Picchu es una palabra quechua cuyo significado es Montaña vieja. Hoy es universalmente conocida, tanto por sus imponentes restos arqueológicos, como por su incomparable ubicación, al borde de un abismo en cuyo fondo corren las caudalosas aguas del Río Urubamba.

Machu Picchu, más que una ciudadela, es un complejo arquitectónico al que solo le faltan los techos. A este complejo se le llama ciudad, por el gran número de casas que en la actualidad se cuentan más de 200, y en su apogeo debieron ser más. Además, su diseño contempla plazas, templos, caminos, escalinatas, terrazas, acueductos, etc.”

Tras la visita regreso al hotel y buscar restaurante para comer en Aguas Calientes. Encontramos uno que tenía Cuy en la carta y por fin pude probar ese plato del que tanto me habían hablado y al que muchos ponen objeciones. Si te gusta el conejo te gustará el Cuy. Lo probé guisado, estaba bueno y ya sólo me falta comerlo asado.

A las 15:00 tomamos el tren desde Aguas Calientes hasta Ollantaytambo y desde allí  nos recogen y nos llevan al hotel en Cusco. Visita rápida por la tarde/noche a Cusco pues al día siguiente salíamos temprano para Lima.

Cusco de noche una ciudad a la que tenía que volver

Como conclusión un viaje intenso que me dejó con ganas de más. Tengo que volver a Cusco, me dije.

COMER EN PERU

Visité varios mercados y Centros Comerciales, disfruté de la visión de cientos de productos, muchos nuevos para mí, comparé los precios respecto a España y comprobé que los productos locales eran mucho más baratos. Otra cosa son los de importación que a veces resultan más caros que en España.

La gastronomía peruana se ha ganado una merecida fama internacional por su variedad y sabor. Es el resultado de la mezcla de culturas que ha habido en Perú a lo largo de muchos años. Tuve la oportunidad de degustar sus deliciosos platos tanto en restaurantes como en casa particulares y la mayoría de las veces fue una experiencia muy satisfactoria.

Cada región de Perú tiene su cocina específica pero en Lima puedes encontrar platos de cocina de la sierra o de la selva aunque es más frecuente comer comida criolla, chifa (asiática) y carnes a la parrilla, siendo el pollo a la brasa el rey.

Como una imagen vale más que mil palabras he puesto imágenes de puestos del mercado y centros comerciales. También alguno de los platos que he probado y que os recomiendo. Si vais a Perú por supuesto y si no en un restaurante peruano que hay muchos en España.

Tanto la familia de Violeta como sus mejores amigos me dispensaron un trato fabuloso y nos obsequiaron con ricos platos locales que sería muy largo detallar uno a uno. Para muestra dejo una imagen con el almuerzo que nos ofrecieron sus amigos Soledad y Lalo con exquisitos platos de comida criolla que intentaré detallar en el pie de foto.

1 Olluquito con charqui. 2 Causa rellena a la limeña. 3 Rocoto relleno. 4 Carapulcra con chancho. 5 Ensalada de encurtidos. 6 «Frejoles«. 7 Ají de Gallina.

LA JERGA

En Perú se habla español obviamente pero me resultó interesante conocer las diferencias con el español que hablamos nosotros. A lo largo de todo este escrito he ido intercalando palabras de uso frecuente en Perú que en España no se utilizan salvo por los peruanos que viven con nosotros. Algunas están en el diccionario de la RAE pero hay otras que no y pertenecen a lo que se llama jerga peruana. Si quieres conocerlos mejor y entenderlos hay que aprenderlas para que no te pase como a mí que había escuchado cientos de veces la canción de “La flor de la canela” y pensaba que la “lisura” que derramaba del puente a la alameda era gracia y elegancia y no es así. El sinónimo de lisura es procacidad. O sea que la flor de la canela iba echando pestes. Pero qué bonita forma de decirlo: «derramaba lisura».

Si te dicen de una persona que es “salada” no es lo mismo que en España. En Perú se refieren a una persona gafe.

Lechero, lenteja, asado/a, chato/a, churro/a, flaco/a, causa o pata no significan lo mismo en Perú que en España. Y si te dicen: ¡Qué piña, qué paja, qué palta, qué roche! pues que te ayude el contexto de la frase si no quieres preguntar. Pero pregunta que estarán encantados de explicártelo con una gran sonrisa.

La jerga peruana  es una muestra más de que los peruanos son alegres, pícaros y divertidos y disfrutan jugando con las palabras para lo que utilizan un gran ingenio.

Así que para no sentirte más perdido que «huevo en ceviche» (el ceviche no lleva huevo) si vas a Perú es bueno conocer la jerga.

LOS PERUANOS

Tuve la suerte de disfrutar de la compañía de la familia y amigos de Violeta en diferentes reuniones y puedo dar fe de que son personas agradables, educadas y muy hospitalarias. Pero sobre todo son alegres y con un gran sentido del humor. También he comprobado en mi trato con las diferentes personas con las que nos hemos relacionado que son muy trabajadores, creativos y orgullosos de su tierra.

LA DESPEDIDA

Tocaba regresar a España y en Perú las despedidas no son tristes. La familia de Violeta organizó una fiesta de despedida que no olvidaré. Cantar, bailar, tomar, reír. Me di cuenta que son maestros en olvidar los problemas y preocupaciones del momento y saben divertirse y pasarlo bien. Disfruté un montón viviéndolo y grabándolo. Fue una fiesta “chévere”, “de la PitriMitri”. Vean el video y me darán la razón.

Así que me quedé con ganas de volver y volví pero eso ya lo contaré en otra historia.

Como he disfrutado mucho recordando este viaje sólo me queda decir: Gracias Perú, ¡qué lindo eres!

MIS SESENTA Y NUEVE AÑOS

Cuidado con lo que pides al pozo pues se te cumplirá. (Es lo que pone en el cartel)

“Se acercan imperturbables mis sesenta y nueve años aquí sobre la tierra” Así empieza un bello poema de Andrés Aberasturi  que me conmovió y me hizo reflexionar cuando lo oí hace tiempo en la radio (RNE).

Ahora que también se acercan a mí mis sesenta y nueve años he vuelto a escuchar y releer el poema y me identifico con muchos de sus planteamientos.

Sobre todo, como él “quiero un porvenir sencillo un por llegar de esos de todo a cien: contemplar cómo crecen  mis nietos,  que me quieran un poco más los que aún me quieren y sonreír sin inmutarme demasiado,  si a la vida le queda aún alguna bala perdida en la recámara que me apunta directamente al corazón.

Dejo a continuación el audio dónde se puede escuchar al autor recitándolo. Leedlo y escuchadlo, os gustará.

PORVENIR

Se acercan imperturbables, entre estos calores de justicia y algunos sudores fríos, mis sesenta y nueve años aquí sobre la tierra. No está mal cuando, como decía Celaya, ya no se esperan demasiadas cosas personalmente exaltantes. Yo creo que es la hora, el momento, el tiempo justo para empezar a diseñarme un porvenir a mi medida. Nada del otro mundo, claro, ninguna sorpresa capaz de convulsionarme la vida como cuando entonces y a cambio pues una cierta paz conmigo mismo y con las cosas.

Diseñarme un porvenir a estas alturas, inventarme un futuro en el que ya no caben, claro, los incendios, los terremotos en el alma, las noches de palomas y alacranes. Pero al menos que tenga un algo de incierto en estos tiempos tan aburridamente previsibles.

Parece que fue ayer cuando me reinventaba un pasado y ahora necesito con cierta urgencia diseñarme un porvenir. Quiero hacer planes, ponerme metas, desafiarme, aunque sea un poco, pero se ve que no tengo ninguna vocación de Ironman. Cada vez creo, con Javier Krahe, que el Guinness de los récords no es más que un libro de excesos escrito en inglés.

Pues eso que no se trata de proponerse grandes hazañas, ni tan siquiera de encontrar a estas alturas esa bobada mentirosa a la que han dado en llamar «un proyecto de vida». Como si uno pudiera hacer frente a la vida lo que la vida hace improvisando para uno.

No: quiero un porvenir sencillo, un por llegar de esos de todo a cien: contemplar cómo crecen mis nietos, que me quieran un poco más los que aún me quieren y sonreír sin inmutarme demasiado, si a la vida le queda aún alguna bala perdida en la recámara que me apunta directamente al corazón.

¡Qué importante es querer y ser querido!

MI AMIGO MARTIN(III): El profesional

Carnet de Editorial Bruguera, la primera empresa del sector de las publicaciones en la que trabajó.

Continuamos con el relato de la trayectoria profesional de mi amigo Martín. Un breve recorrido por las empresas en que trabajó y que le hace aflorar recuerdos de personas que han sido importantes en su vida profesional. Pero eso sí, el buen humor que no falte y como dice la canción de Peret :

Es preferible… reír que llorar
y así la vida se debe tomar,
los ratos buenos hay que aprovechar,
si fueron malos mejor olvidar.  

¿Cómo fue tu incorporación al mundo laboral?

Aparte de monaguillo, fui aprendiz de chapista en un taller, donde aprendí a fundir y rectificar bielas. También fui aprendiz de cortador de trajes para militares. Todavía recuerdo las ampollas que me salían en los dedos usando las tijeras al cortar la tela.  Fui vendedor de aspiradoras por las casas.

Más tarde gracias al oficio de joyero que había estudiado en la Escuela de Artes y Oficios me coloqué en una joyería. Trabajé en 3 joyerías.  En la primera ni me dieron de alta pero aprendí el oficio y en la segunda ya fui Cajista. Estaba en la calle de las Veneras,  al lado de la Cámara de la Propiedad.

Con compañeros de la Joyería

¿Qué recuerdos tienes de esa etapa?

Tengo muchos recuerdos y sería muy largo de contar. Sólo te cuento que mi jefe de la joyería de la calle de las Veneras se llamaba Emilio y era gay. Su mujer Afriquita, como él la llamaba, era la sobrina de Francisco Serrano Anguita, escritor y periodista muy reputado, (tiene una calle en Madrid).  En aquella época, te hablo de 1952, la policía hacía redadas y los gais iban al talego. Cada vez que le detenían llamaba a su mujer y le decía: “Afriquita, llama al tío” y el tío (Serrano Anguita) iba a la Puerta del Sol y le soltaban. Emilito tuvo un triste final, hizo una estafa, le pillaron y se suicidó.

Después trabajé en otra joyería que se llamaba Talleres Carmona en la calle Eloy Gonzalo.

Por cierto en esa Joyería tenía un compañero que se llamaba Casimiro Vicente y decían que era hijo de Casimiro Morcillo, el que fue Arzobispo de Madrid, Presidente de la Conferencia Episcopal y Procurador en Cortes nombrado por Franco. Cuando cerró la joyería le colocaron en Iberia.

En este momento se cambian las tornas y ahora es Martín quien me pregunta

  • ¿Sabes dónde nació el Arzobispo Morcillo?
  • No  —le respondo.
  • En Chozas de la Sierra. ¿Conoces ese pueblo?
  • No  — le vuelvo a responder
  • Pues sí lo conoces porque ahora se llama Soto del Real. A Casimiro Morcillo no le gustaba el nombre de su pueblo (Chozas de la Sierra) y consiguió que Franco lo cambiara, a pesar de que la Real Academia de la Historia emitió su informe en contra para que no se cambiara.
  • ¿Sabías que Miraflores de la Sierra se llamaba Porquerizas?
  • No —sigo respondiendo.
  •  Pues este cambio fue mucho antes y dicen que fue Isabel de Borbón, la esposa de Felipe IV la que, camino de uno de sus viajes a El Paular dijo al pasar por Porquerizas, “Mira Flores” y así se cambió.
  • Eres un pozo de sabiduría, Martín. —le contesto.

Pues volviendo a la joyería, en esta última llegué a ser Oficial de primera, sacador de fuego.

¿Ganarías un buen sueldo?

¡Qué va!, se ganaba poco y había que tener dos o más trabajos. Compatibilizaba la joyería vendiendo los chicles Cosmos, que en aquella época era el número uno de ventas. Cargaba en un almacén que había por el Paseo de Extremadura, en la calle Santa Úrsula y vendía visitando los comercios. El dueño era un libanés y me dejo un “cuatro latas” (Renault  4L) para repartir. No sé cómo pasaba pero le abollé el coche tres o cuatro veces. Un día me dice: “usted ser un buen vendedor, pero mal conductor. Yo poner a usted vendedor de infantería”. Y ya no me dejó un coche nunca más. Y me tocaba ir a vender andando.

Imagen de los famosos chicles cosmos que vendía por las tiendas de Madrid

¿O sea que practicabas el pluriempleo?

Pues sí. Cuando la joyería empezó a flojear, el dueño de la joyería señor Carmona, que tiene que estar en el cielo sentado a la derecha de Dios Padre, nos dijo: “El oficio va mal. Papa Blanco ya no nos manda trabajo” (era un señor de Lérida almacenista de joyería  que nos mandaba el oro para hacer 10 kilos de obra de pulseras todas las semanas). “El que encuentre trabajo que lo coja que yo le voy a seguir pagando el sueldo base y la seguridad social”.

Así que me fui a ver a mi tía Isabel, prima hermana de mi padre, que  tenía el  bar Iris en la Glorieta de Atocha. Como yo no sabía nada del oficio, mi tía me recomendó a mi cuñado que tenía una cafetería en la calle Donoso Cortés,  esquina Escosura.  Así empecé a trabajar en la cafetería  Picos Pardos; entraba a las tres de la tarde hasta las 11 de la noche. Viví aventuras que ni te cuento. Estuve 3 años.  Allí tomé mi primer contacto con el mundo de la prensa.

¿Cómo fue eso?

Un cliente habitual al que yo trataba muy bien, un día me dice:

  • Chaval, ¿qué te pasa que te veo muy apagado?
  • Que estoy “moscas tres”— y le hago un gesto con dos dedos en las fosas nasales.
  • ¿Y qué es lo que haces?
  • Pues por la mañana voy a un taller de joyería y por la tarde estoy aquí.
  • ¿Si te quieres ganar unas pelillas por la noche ven a verme?— Y me da una tarjeta que ponía Jefe de Suscripciones de ABC.

Así que ahí me tienes por la noche repartiendo el ABC andando. Me daban 6 paquetes para repartir. Dejaba tres al conserje y me iba con los otros tres paquetes a entregar los más lejanos y luego volvía a por los otros. Ya estaba casado y tenía un hijo y había que sacarlos adelante.

¿Y ya empezaste a trabajar en el sector de las publicaciones?

Fue una toma de contacto. Mi entrada en el sector se produjo cuando me contrataron en la Editorial Bruguera. Antes estuve tres años de encargado en la cafetería de mi tía.

Con los compañeros de Editorial Bruguera

¿Cuándo entraste en Bruguera?

El lunes 18 de febrero de 1969 y entré de repartidor. Tenía una ruta de 156 puntos de venta. Recuerdo también que le llevábamos el género a Miguel de la Fuente, en la calle Lombía. Íbamos dos personas porque era mucho género y teníamos que recoger la devolución. Nos trataba muy bien, porque cada vez que íbamos nos daba 50 pts. de propina para que fuéramos a desayunar, mientras sus empleados descargaban el género y nos cargaban la devolución. Nos íbamos a Los Torreznos, en la calle Goya esquina  Fernán González, nos tomábamos  2 pinchos de tortilla, 2 torreznos,  2 cañas de vino, 2 cafés y nos sobraba dinero.

¿Estuviste muchos años en Bruguera?

Estuve 14 años. En 1972 dejé de repartir y empecé a viajar como comercial y en 1983 hubo un proceso de bajas incentivadas y me marché a J. Mora, como tú sabes.

Es verdad. Yo te conocí cuando estaba en J. Mora y tú en Bruguera. Te fichamos porque nos habían dado la distribución del Pronto para la ciudad de Madrid (para la provincia ya la teníamos) y teníamos que montar las rutas de reparto. Aprendí de ti muchas cosas que luego me fueron muy útiles en otras empresas, cuando tuve que montar estructuras de distribución.

Sí. Recuerdo el mural de corcho con el plano gigante de Madrid, donde puse alfiler a alfiler de distintos colores todos los puntos de venta de Madrid ciudad (más de mil) y un hilo que los unía señalando las rutas. Era la admiración de todas las visitas. También me acuerdo que el primer día que repartíamos el Pronto en Madrid te siguieron misteriosamente.

Ja, ja, ja. Es verdad. Ahora voy a tener que contarlo.

Recuerdo que a las 4 de la mañana fui al local de la distribuidora, cogí el furgón grande y la documentación de reparto para ir al estadio Vicente Calderón, que es donde habíamos citado a los repartidores y al tráiler de 26 toneladas que traía las revistas desde Barcelona. En el trayecto noté que un coche me seguía, porque no me adelantaba y eso que yo iba despacio. Cuando llegué al Vicente Calderón te lo comente a ti y a nuestro jefe, Juan Mora. Nos montamos en el coche de Juan Mora para  dar una vuelta y vimos el  coche aparcado con las luces apagadas y el conductor dentro. Hizo intención de arrancar cuando se sintió descubierto pero bloqueamos su salida, le hicimos bajar del coche y le preguntamos que por qué me había seguido desde Móstoles. Era un inspector de la competencia (Distrimadrid) al que sus jefes habían mandado para averiguar cómo íbamos a repartir. Estaban intrigados,  ya que no teníamos instalaciones adecuadas para una distribución de esa envergadura. Juan Mora, tal vez recordando los tiempos en que él también había sido inspector, le trató amablemente y le invitó a quedarse con nosotros el tiempo que quisiera.

 Pero bueno, tenemos que seguir con tu historia

¿También has sido distribuidor de Prensa?

Sí. Monté una distribuidora en Cuenca y Ciudad real  ya que me unen con Cuenca, en especial con Tarancón, unos lazos muy fuertes. Lo intenté pero no cuajó y tuve que cerrarla. Me puse a trabajar de lo mío, de comercial en un Almacén que tenía la sede en Granada y que vendía de todo. Pero estuve poco tiempo porque en seguida me fui a trabajar otra vez a Bruguera.

¿Volviste a Bruguera?

Sí. D. Francisco BRUGUERA, decía que el que se marchaba de Bruguera ya no volvía nunca más. Conmigo no lo cumplió. Estuve hasta su cierre definitivo en 1986.

También trabajaste en la Distribuidora Itálica

Sí. En itálica visitaba quioscos y librerías y les vendía los cromos como autoventa.

Y después en Ediciones Noguer.

 Jeroni Roca había sido mi jefe en Bruguera y cuando le nombraron Director General de Noguer me llamó y estuve de comercial visitando librerías hasta 1989. En aquellos tiempos se vendían muchos libros en quioscos y librerías. Recuerdo que el libro El Último Emperador se vendía como churros y no te digo nada del  libro “Viven”, que ya llevaba 143 ediciones.

Después volvimos a trabajar juntos en el periódico El Mundo.

Me acuerdo perfectamente ¿Y tú te acuerdas cómo pasó?—de nuevo se invierten los papeles y es Martín el que me pregunta.

  • ¿Te acuerdas de la fiesta de despedida que hiciste cuando te marchaste de Itálica porque te ibas al periódico El Mundo?
  • Sí. Claro que me acuerdo—le respondo.
  • ¿Te acuerdas lo que yo te dije en esa fiesta?
  • Pues no. La verdad es que no—le miro extrañado.
  • Pues te dije lo que le dijo el buen ladrón a Jesús: “Acuérdate de mí cuando estés en el Paraíso”. Y no se me olvida que poco tiempo después recibo una llamada telefónica tuya, descuelgo y me dices: Martín, ¿te quieres venir al Paraíso?
  • Ja, ja, ja. Ya no me acordaba. ¡¡Eres increíble!! Pues claro. Te necesitábamos para montar las rutas de reparto—y me quedo pensando que a pesar de conocerle bien me sigue asombrando el memorión que tiene mi amigo Martín.

¿Te decepcionó el Paraíso?

No. La verdad es que se formó un equipo muy bueno. Por cierto guardo la página del suplemento especial  que se publicó en el décimo aniversario, donde salen los nombres de todos los trabajadores que participamos en la fundación de El Mundo. (me pide que la publique).

Los fundadores del periódico El Mundo. En negro el equipo de Distribución.

¿Qué recuerdos tienes de esa etapa?

Trabajamos mucho pero muy motivados. Sacar un periódico adelante con los pocos medios que había al principio fue una tarea de titanes. Recuerdo cómo Pedro J. Ramírez me esperaba impaciente para conocer los resultados del sondeo de ventas que hacíamos todos los días por la tarde. No me dejaba ni hacer los cálculos, ni seguir el cauce reglamentario. Nuestro jefe Pedro Alonso me dijo un día: “Martín te vas a tener que vestir de lagarterana” para que Pedro J. nos dejara calcular el resultado del sondeo de forma más tranquila.  Estaba obsesionado con las ventas.

Es verdad. Fueron tiempos duros pero con la distancia del tiempo se recuerdan con nostalgia ¿Te acuerdas cuando invitaste a Julio Sabala a  la fiesta de Metropoli.

Claro que me acuerdo. Era el día 31 de Mayo de 1990, el día de la presentación de Metrópoli, el suplemento de Ocio de El Mundo.  Todos los de distribución estábamos comiendo en el restaurante Los Chavales,  cuando vemos en una mesa al lado  a Julio Sabala, el hombre de las mil caras, el imitador inimitable, muy popular en aquellos años. Yo me levanto, me acerco a saludarle, me presento  y le digo que esa noche hay una fiesta en la discoteca Pachá para celebrar el lanzamiento de Metrópoli. Me dice que quiere conocer a Pedro J. Ramírez y le digo que está invitado, le entrego mi tarjeta y que en la puerta pregunte por mí. Todos os reíais de mí pero ya en la discoteca, cuando oigo por megafonía: “Señor Martín, acérquese a la puerta que preguntan por usted” y le veo esperándome el que se reía era yo. Le acompañé hasta donde estaban sentadas nuestras mujeres y se sentó con nosotros. Ellas flipaban.

Es verdad. Yo no me lo podía creer, ja, ja, ja.

Con Tomás Carrascosa, Paco Sastre, Rafael Artacho y Pedro Pablo, compañeros de Claro

Luego volvimos a trabajar juntos en Claro, otro periódico nuevo que salió en 1991

Sí, ese duró poco. Fue una pena. Grandes  medios, grandes presupuestos.  Salió con muchas ínfulas pero sólo duro 5 meses. Todavía recuerdo la presentación que hizo Matías Prats del equipo de distribución en el Scala Meliá Castilla, nombrándonos uno a uno con una breve reseña de nuestro curriculum.  Terminó con la frase: ” Esta plantilla está hecha a golpe de talonario”.

La verdad es que se gastaron una millonada que fue a la basura.

Y en promociones ni te cuento. Recuerdo el almacén donde se guardaban los artículos de promoción comercial (merchandising). Estaba a rebosar. Todavía guardo un boletín de los que se hicieron para entregar a los puntos de venta en el que aparezco entregando un premio a Isabel Gómez, que tenía un quiosco en Bravo Murillo, 187.

Martín entregando un obsequio a una quiosquera de Madrid

Menos mal que cuando cerró encontraste trabajo rápido.

Sí, fueron años en los que había trabajo en nuestro sector. Me llamaron de Hollander la empresa encargada del reparto de El Mundo  y estuve de inspector de rutas un tiempo. Luego, en contra de mi voluntad, me nombraron director de tráfico y estuve controlando en el cierre la salida de las rutas desde las 4 de la mañana.

¿Por qué contra tu voluntad?

Porque yo no quería asumir responsabilidades que no me correspondían.

¿Hasta cuándo estuviste en Hollander?

Cambió de nombre y se llamaba Interpress. Estuve hasta Agosto de 1995. Discrepancias con el gerente forzaron mi salida de la empresa y llegamos a un acuerdo.

Pero luego volviste a trabajar en Interpress

Si, fue cuando salió La Razón en 1998. Se había marchado el gerente discordante  y Pura Hernández que era la directora de distribución de La Razón y que había sido compañera en Claro me recomendó porque quería que controlara el buen funcionamiento de las rutas de reparto.

¿Y ya hasta tu jubilación?

Bueno antes tuve un accidente con el coche que me tuvo un año de baja y después me jubilé: el 7 de octubre de 2001 unos días antes del Congreso Nacional de Vendedores de Prensa de Asturias.

Dirigiéndose a los vendedores de prensa cuando recibió el premio de AVECOMA

Es verdad. En esa época yo era Presidente de Conadipe, estaba organizando el Congreso y tú habías hecho muchos favores a las Asociaciones y decidimos invitarte  al Congreso que se celebró en Asturias los días 12,13 y 14 de Octubre.

Fue un viaje entrañable en el que disfruté mucho rodeado de vendedores de prensa. Ten en cuenta que yo siempre me he sentido amigo de los vendedores de prensa. Desde los tiempos en que fui repartidor de Bruguera, pasando por todas las empresas en las que mi cometido ha sido visitarlos, he sentido un enorme respeto por su trabajo y con muchos de ellos ha habido una magnífica relación personal.

Me consta amigo Martín. Así me lo han dicho todos los que te han tratado. Y varios asistentes al Congreso de Asturias me han preguntado por esa persona que animaba los traslados en autobús contando chistes, cantando  y que contribuyó a que hubiera muy buen ambiente.  Todavía se acuerdan de ti.

Y yo quiero agradecer el trato que Asociaciones como Avecoma me habéis dado invitándome a vuestras Cenas de Hermandad y nombrándome AMIGO DEL VENDEDOR DE PRENSA.

¿Quieres añadir algo más?

Sólo quiero reiterar mi aprecio por los vendedores de prensa recordando a dos personas que a mi modo de ver son las que mejor representan el cariño que he recibido de ese colectivo.

Gloria Piña, que regentaba el quiosco de la Glorieta de Bilbao frente al Café Comercial y a la que conocí en los años setenta cuando yo era repartidor de Bruguera por su afecto, por su bondad y por el buen trato que me dispensaba.

Gregoria López Rojas que regentaba el quiosco de Conde de Peñalver, 34 y que también conocí en aquellos años, por su buen humor y los buenos momentos que pasamos juntos contándonos nuestras batallitas.

VER IMAGENES EN PESTAÑA NUEVA

MI AMIGO MARTIN (II). El Artista

Pedro Montoliú, es cronista oficial de la Villa de Madrid y cuenta en una entrevista en Madridiario que “hasta el año 1952 se vivió en Madrid con racionamiento de alimentos y fuertes restricciones de luz y agua como consecuencia de la llamada ‘pertinaz sequía’. La situación era bastante mala, aunque era mejor que la de los años del hambre de la posguerra. La gente comenzaba a respirar un poco. La clase media lograba ciertos ingresos, a base de trabajar en dos y tres sitios a la vez. La situación mejoró cuando el Gobierno decidió subir los sueldos de forma sensible e introdujo las pagas extraordinarias. En el año 1954 se alcanzaron los niveles económicos existentes antes de la guerra. Habían tenido que pasar casi veinte años para conseguirlo.”

En esos años fue donde pasó mi amigo Martin su adolescencia y juventud. Aunque trabajaba  duro, compatibilizaba el trabajo con sus pinitos en el mundo de la canción.

Con su hermana y dos amigas, vestido de mejicano con 5 años

¿Te gustaba cantar de niño?

De niño siempre cantaba. Era la alegría de las fiestas familiares. Ya cantaba rancheras y me decían que lo hacía muy bien.

Me contaste que habías recibido clases de canto con el Maestro Vela.

Sí y también me dio clases de canto el Maestro  Miguel Rodríguez Algarra, con el que hacía bolos. Éramos un conjunto de artistas que actuábamos en teatros de Madrid y en muchos pueblos de España.  Teníamos hasta un enano que se llamaba  Romerito. Tenía treinta y tantos años, iba con zapatitos de charol, el Diego Valor en la mano y cantaba, bailaba y entretenía al público. Algunos de esos artistas llegaron a ser figuras y se hicieron famosos como Pedrito Rico, Tomas de Antequera etc., aunque otros como a Romerito no le fue bien. Una vez me lo encontré pidiendo limosna por la calle, le saludé pero no le gustó que le reconociera.

Con Angel Echenique en Radio Intercontinental, en el programa «Ruede la Bola».

Según he visto en periódicos de la época, Pedrito Rico era un ídolo de masas a fínales de los 50 y en los años 60.

En aquellos años Pedrito Rico triunfaba en España y en América. Fue cantante bailarín y actor, pues hizo varias películas y llenaba los teatros donde actuaba.  Con Pedrito Rico me ocurrió una anécdota simpática. Cuando ya era muy famoso, iba un día con mi mujer y un matrimonio amigo por la calle Carmen, cerca de Galerías Preciados, que entonces todavía tenía tráfico. Paró un coche y oí que una persona me gritaba: “tanguista, tanguista”. Era Pedrito Rico el que me llamaba. Recordamos viejos tiempos, se lo presenté a las dos señoras y se les caía la baba.

Sonríe con nostalgia y se pone a tararear canciones de Pedrito Rico. Y recita también  la canción de la mecedora:

Compraron la mecedora
en una casa de antigüedades
y estaban a todas horas
por los rincones dale que dale.

Dijeron que la compraron
para la abuela, que estaba mala,
y todos la disfrutaron
menos la pobre, que ya no andaba.

¿O sea que te dedicaste a la canción de forma profesional?

Pues casi. Era también el cantante de la Orquesta Iris y actuábamos en bailes y salas de Madrid. Aunque trabajaba en la joyería y en lo que salía, el tiempo libre que tenía lo dedicaba a ensayar y cantar por esos mundos de dios.

¿Participaste en concursos de radio?

Si en 1954 participaba todos los meses en un programa de la Cadena Ser en Radio Madrid que se llamaba “Conozca usted a sus vecinos”. Estaba presentado por José Fernández Manzano (Ferman) y me daban de premio 20 duros y un chocolate con churros.

En 1956 participe en un programa de Radio España que presentaba Daniel Vindel y su mujer. Se llamaba Los Barrios Cantan. Tengo una foto con ellos cantando en un camión que estaba en la calle Conde Peñalver nº 15. Era un programa que se emitía de Lunes a Viernes y cada día se iban a un barrio de Madrid. Estaba patrocinado por Nutrexpa  y a cada participante nos daban un bote de biscotes  y al que ganaba le daban además 100 pts. y un diploma. Todavía conservo los diplomas que gané .

¿Cuántas veces ganaste? Me enseña sus diplomas y dice:

Pues mira el 15-11-1958 gané el de canción moderna, el 31 de enero de 1959 el de tangos, el 13-06-1959 otra vez el de canción moderna y el 3 de octubre de 1959 el de canción española. Y gané más veces  pero no conservo los diplomas.

¿Pero quizá el programa más famoso en el que participaste fue RUEDE LA BOLA?

Pues sí. Era un programa semanal en Radio Intercontinental que presentaba Angel Echenique, en el que concursábamos artistas noveles interpretando canciones de distintos estilos. Era como la Operación Triunfo de aquellos años. Luego hacíamos galas de las que conservo algunos carteles.

¿Puedo verlos?

Sí. En 1955 participé en un festival en el Parque Móvil, en 1957 participé en un festival en el Teatro Cine Alcalá. El 1 de Agosto de 1959 se celebró en la Plaza de Toros de Vista Alegre un festival artístico, presentado por Angel de Echenique y Manuel Pizarro, grandes locutores radiofónicos de entonces, en el que se nos hacía un homenaje a todos los campeones del concurso Ruede la Bola. Actuamos junto a grandes figuras como Marife de Triana, Jorge Sepúlveda, Tomás de Antequera o Porrinas de Badajoz y mis padrinos artísticos Edmundo Rivero y Jorge Cardoso.

Cartel del Festival en el que cantó como campeón del programa Ruede la Bola, junto a grandes artistas del momento.

El 21 de Agosto también participé en otro festival  de las fiestas de la Paloma presentado por Miguel de los Santos. Y el 23 de Agosto canté en el Teatro Alcalá en un “monstruoso festival artístico” como indicaba el cartel. —y me enseña en efecto los tres carteles  donde aparece su nombre y el de otros artistas junto a los famosos mencionados.

¿Hasta cuándo estuviste cantando?

Hasta 1961 seguí haciendo bolos y participando en programas de Radio. El último concurso que participé se llamaba “Los Mejores del Barrio”, era en la Voz de Madrid y lo presentaba José Luís Uribarri. Por cierto en 1954 José Luis Uribarri me entregó el premio al mejor cantante novel y yo le entregué a él el premio al mejor locutor novel.

“Los Mejores del Barrio” fue el único programa que quedé segundo porque todos los demás los ganaba. Y fue el último no por eso, sino que lo tuve que dejar por amor

Y  asoma una media sonrisa  en su rostro.

En la emisora de radio La Voz de Madrid con José Luis Uribarri.

También eras miembro de una clac. Explícanos qué es eso

La clac era un grupo de personas que asistían a las representaciones teatrales para aplaudir, animar, reír  o llorar según las indicaciones que nos daba el jefe de clac. A cambio los que estábamos fijos entrábamos gratis y cada jefe de clac disponía de entradas para vender con un importante descuento. Cada teatro tenía su clac, que tenía su sede en un bar próximo al teatro.

Yo pertenecía a la clac del desaparecido Teatro Cómico, que estaba en la calle Mariana Pineda, hoy Maestro Victoria, donde se pone Cortylandia. El teatro Cómico se vendió en 1968 para que en el solar se construyeran dependencias del Corte Inglés.

La clac del Cómico estaba en el Postigo San Martin, en casa Domingo que ese era mi jefe de clac. La del Alcázar estaba en la calle Jardines, la del Calderón en La Liebre, etc.

Eso me dio oportunidad de conocer actores famosos del momento como Toni Leblanc . También a Celia Gámez.

En la emisora La Voz de Madrid con Paco Garzón

¿Ibas a verla al teatro?

Sí. De Celia Gámez se decía que era lesbiana aunque ella no lo reconociera. Conocer su edad era el secreto mejor guardado que tenía. Recuerdo un dúo cómico que se llamaba Lepe y Heredia que actuaban en las revistas de Celia Gámez. Hacían un número en el que iban con una lupa en plan detectivesco  y cantaban una canción que decía: «sube que sube si puedes agarrarte a las paredes si se rompe la maroma». Y cuando les encargaban investigar algo difícil decían: «No si cualquier día nos van a decir que averigüemos la edad de la jefa».

¿Llegaste a conocerla?

Sí, en una ocasión la vi en circunstancias insólitas. Mi jefe de la joyería de la calle las Veneras se llamaba Emilio, era gay y se montaba unas fiestas de campeonato con Celia Gámez. Una noche tuvo que prestarle dinero Celia Gámez para pagar seguramente deudas de juego. Por la mañana me mandó a mí a devolver a Celia Gámez el dinero que le había prestado y de regalo una pulsera de las que hacíamos en la joyería. Era en 1954 y fui al Teatro Lope de Vega donde representaba el espectáculo de revista “Dólares”. Llamé al camerino y salió a abrirme Delia que debía ser su asistente.

— ¿Quién es, Delia, quién es?  Se oyó que preguntaba desde dentro.

—Es un pibe que viene de parte de Emilito.

—Ah que pase.

 Y pasé y estaba en una camilla bocabajo, desnuda completamente. Debía estar recibiendo un masaje. Me quedé aturdido por la sorpresa, entregué el sobre y la pulsera, me dieron mi propinilla y salí zumbando.

Me has dicho que en 1961 dejaste el mundo de la farándula

Así fue. Lo dejé y estuve 40 años sin cantar en público.

Bueno pero en Tarancón sí has cantado alguna vez y me han dicho que en los Carnavales eras el «number one».

Alguna vez participé en actos benéficos para recaudar fondos pero fué esporádico. Y eso sí durante las 3 últimas décadas del siglo pasado participé activamente en los Carnavales que se celebraban en Tarancón.

¿Por qué en Tarancón?

Es la ciudad donde nació mi esposa y muchos fines de semana los pasábamos allí. Llegué a tener casa y no miento si digo que he pasado más fines de semana en Tarancón que en mi ciudad, Madrid.

Disfrazado de Doña Croqueta, personaje que hizo famoso el actor y humorista Simón Cabido

He visto fotos tuyas disfrazado y la verdad que también tienes vis cómica

Lo pasábamos muy bien. Me he disfrazado de camarera, de cupletista, de mujer gallega, de cura, de mejicano, de Cantinflas, y muchos otros personajes. Para ello utilizaba ropa de amistades.

¿Abundan los disfraces femeninos en tu colección?

Sí. Pensaba que el contraste resultaba más gracioso. No es que tenga nada que ver con mis ideas «sexólogas». —y ríe con picardía.

¿Y qué hacías después de disfrazarte?

Disfrazado de camarera

Pues iba al desfile y me acercaba a la gente. Por ejemplo cuando me disfracé de camarera les cantaba «Soy la camarera del amor». Y se reían. Otra vez me disfracé de Cantinflas y recordando la película «El Bolero de Raquel iba con mi caja de limpiabotas. Me acerqué al alcalde de Tarancón y le dije imitando a Cantinflas: » Si me permitía que le charroneara los calcos». Y le limpié los zapatos. Mientras se los limpiaba le decía con mi mejor acento mejicano» ¡Ay, excelencia Alcalde, usted me puede buscar un trabajito mejor que éste. Aquí estoy siempre a los pies de la gente.» Y se descojonaban todos.

¿Y después del desfile?

Pues luego participaba en los concursos en las discotecas. El año que me disfracé de Doña Croqueta gané el primer premio en todas. Todos los años me dieron algún premio.

Disfrazado de mejicano con Lupita

¿Y estabas en alguna Peña?

Sí, estaba en la Peña El Mosto, aunque para los disfraces actuaba por mi cuenta y me presentaba a los concursos de forma individual. Esa peña era (no sé si sigue siendo) una de las más importantes. Fue visitada en varias ocasiones por José Bono, cuando era Presidente de Castilla-La Mancha y José María Ruiz Mateos también fue en alguna ocasión.

También me has enseñado recortes de prensa donde apareces disfrazado

Sí, en el Diario de Cuenca me han sacado unas cuantas veces. En alguna ocasión eso ha provocado celos y rencillas.

¿Sí, por qué?

Hombre pues ya sabes lo que pasa en los pueblos, que se molestaban porque no salían los disfraces de las «fuerzas vivas».

También has sido poeta

No exactamente, aunque es verdad que compuse un poema cuando tenía 16 años y me enamoré de una señorita que se metió a monja. Más tarde le puse la música del tango «Sus ojos se cerraron» y lo incorporé a mi repertorio. Se llama «Triste Payador«.

En el Café Iruña con el maestro Efraín. En el video canta Triste Payador, letra del propio Juan José Martín.

¿Pero volviste a cantar?

Sí fue en 2001 que ya estaba jubilado.

¿Cómo fue?

Antes de jubilarme conocí al maestro de bandoneón  Efraín Scheinfeld. Él tocaba en la calle Preciados. Yo pasaba por allí y me paré a escucharlo. En ese momento tocaba el tango” Mano a Mano”  y yo me arranqué a cantar aunque enseguida me paré. El dejó de tocar y me dijo con acento argentino:

—Che, vos “cantás” morocho.

— Yo no he dicho nada— le respondí.

—Sí, sí. Vos “cantás”. “Tenés” que venir a mi peña— y me dio una tarjeta para que fuera a verle. Pero no fui.

Una vez jubilado me crucé con él otra vez en el metro donde tocaba y me reconoció. Me reprochó que no hubiera ido a verle y me insistió para que me uniera a una peña tanguera y cantara con ellos. Así que me animé y todas las semanas nos juntábamos en un bar de Carabanchel a cantar tangos.

Cantando el tango Silencio en la sala Clamores.

Dices que Efraín Scheinfeld es maestro en bandoneón. ¿Qué es un bandoneón?

Es un instrumento parecido al acordeón que se ha convertido en compañero inseparable del tango. Efraim lo tocaba muy bien (había sido discípulo de Aníbal Troilo) y era el alma de la Peña Caminito. El tango sin bandoneón no es tango.

¿Y Efraín es argentino?

Sus padres eran judíos alemanes que huyeron a Argentina cuando él tenía tres años. En 1998 se vino a España.

 Yo  fui a verte cantar una vez al Café Iruña, un local que estaba en la calle Hileras, entre Mayor y Arenal.

Si, conseguimos que el dueño de ese local nos autorizara e íbamos a cantar cada jueves.  Había buenos cantantes y decían que Miguel Angel y yo éramos los mejores.  El cantaba “Por una cabeza” y yo cantaba “el Organito de la tarde”, dos tangos difíciles que nos salían muy bien.  También estaba en la Peña Caminito,  José Ignacio Vallejo-Nágera, padre de Colate, el ex de Paulina Rubio.

Con José Ignacio Vallejo-Nágera, miembro de la Peña tanguera Caminito.

He visto entre los recuerdos que tienes un recorte del suplemento cultural de El Mundo “Metropoli”.

Fui yo el que consiguió que pudiéramos cantar en el Café Iruña y también hablé con un periodista de Metropoli para que nos publicaron una página el 29 de Marzo de 2002. Y el Café Iruña también aparecía en la Guía del Ocio gracias a mis gestiones.

Recuerdo también que fui a verte al  Teatro Pradillo. 

Sí. Actuamos 8 miembros de la peña presentando el espectáculo ILUSION PORTEÑA  y estuvimos  durante 3 días.

Y una vez fui a verte cantar a la Sala Clamores.

Si, fue el 23 de junio de 2002 que hice un homenaje a Carlos Gardel. En esa ocasión canté yo sólo con la Orquesta Recuerdo.

Durante su actuación en la sala Clamores.

Supongo que tendrás muchas anécdotas que te han pasado en tus actuaciones. Cuenta alguna.

 En la calle Juan Bravo, 7 hay  un bar restaurante de lujo llamado Milford,  cerca de la Embajada de Italia. La dueña era una americana,  amiga de José Ignacio Vallejo Nájera,  padre de “Colate” y éste consiguió que pudiéramos cantar en ese local. Una noche estaba yo cantando y en una mesa dos señoras no paraban de hablar y hablar en italiano.  En un momento dado paré de cantar, me acerqué a la mesa y le dije con mi mejor acento argentino: Perdonen, no dejan de platicar y nosotros somos una peña de amigos que venimos a cantar y vienen a vernos y oírnos,  pero si hablan como están hablando ustedes  no podemos”. Y se callaron. Luego me dijeron que eran la mujer del Embajador de Italia y una amiga.

¿Hasta cuándo has estado cantando?

Pues hace unos diez años se disolvió la Peña Caminito. Cuando cerró el Iruña, nos trasladamos a un bar que estaba en Luchana, 23, pero ya no fue igual. Luego murió Miguel Angel , el maestro Efraim se marchó a Israel porque le contrataron para participar en una Misa Criolla, yo enfermé con mi ojo y …

Fueron años bonitos pero como dice la canción de Módulos:

  “TODO TIENE SU FIN”.

ESCUCHAR MAS TANGOS CANTADOS POR JUAN JOSE MARTIN

(Continuará)

MI AMIGO MARTIN (I). La persona

En el Restaurante La Sirena Verde donde mantuvimos la conversación que da pie a esta entrevista

Tuve la suerte de conocer a mi amigo Martín hace 40 años, y nuestra relación en este largo periodo ha pasado por diversas etapas: compañeros de trabajo, colaboradores desde distintas empresas cada uno y amigos de esos que sabes que están ahí cuando los necesitas. Hemos  sabido mantener una relación estrecha pero templada, aplicando el refrán que oí de una persona inteligente: las buenas relaciones para que duren no pueden ser ni tan cerca que te quemes ni tan lejos que te hieles.

Es una persona polifacética, cumplidora en el trabajo y un hombre cabal de los que ya quedan pocos. Ha tenido una vida larga e intensa que merece la pena ser contada, y ese es mi propósito, aún a sabiendas que sólo puedo alcanzar a contar breves retazos de la misma.

En el que fue edificio de la Cámara de la Propiedad, la casa donde vivió toda su niñez y juventud

Lo primero que se aprecia cuando le ves por primera vez es su porte distinguido, siempre enfundado en su traje con corbata y su pícara sonrisa. Cuando le oyes hablar destaca su voz potente de barítono que contrasta con su cuerpo menudo. Su conversación es sobresaliente  y enseguida se da uno cuenta del memorión que posee, ante la retahíla de fechas, datos, lugares y nombres de personas con que completa cualquier relato. Y si todo esto no fuera suficiente además sabe contar chistes como nadie y sabe cantar. Sí, sí, también canta.

Aceptó mi propuesta de escribir sobre su vida  y quedamos a comer en La Sirena Verde, un restaurante de la Gran Vía madrileña, que evoca con su nombre la leyenda sobre la sirena Mariña de la Isla gallega de Sálvora, una historia preciosa que puedes leer AQUI.

Hoy es 8 de Abril de 2021 y Martín no pierde ocasión de recordarme que hace 30 años, el 8 de Abril de 1991 salía el número 1 del periódico Claro, que fue la última empresa en la que trabajamos juntos.

Con sus padres, hermano y hermana. El era el más joven.

Pero ya habrá ocasión de hablar sobre ello. Hoy quiero mostrar a la PERSONA.  

Tu nombre es  Juan José Martín Morales. Martínmorales es un dibujante y humorista gráfico famoso ¿no te han confundido con él?

No, él es un poco más joven que yo. Pero una vez si me confundieron con otro periodista.

¿Cómo fue eso?

Era cuando trabajábamos en el periódico El Mundo y un día en recepción me entregaron una carta dirigida a Martín Morales. Cuando la leí era la queja de un lector que protestaba por el tratamiento que se había dado en una información al colectivo gay. La carta estaba escrita con muy buena “pluma” —sonríe con picardía—. Cuando la devolví,  porque no era para mí, me sentí satisfecho. En El Mundo me conocían más que a ese periodista.

Supongo que a estas alturas no te importa decir la edad, ¿cuántos años tienes?

Este año espero cumplir ochenta y cinco. Nací en Madrid en un hotelito (ahora lo llamaríamos chalecito) de la Ribera del Manzanares  que mi padre compró en 1932. Hoy todavía existe y se encuentra en la calle Lanzada, 16. Nací tres meses después de empezada la Guerra Civil, el 7 de Octubre de 1936. Y tuve que nacer deprisa.

Con su padre y su hermano mayor

¿Cómo deprisa?

Me contó mi madre que tuvo que darse prisa porque durante el parto se presentaron en su casa dos funcionarios del Gobierno que se bajaron de un coche oficial para llevarse a la comadrona pues tenía que atender otro parto por orden del presidente del Gobierno,  Francisco Largo Caballero. –y añade con el buen humor que le caracteriza—si no me llego a dar prisa al nacer, se va la comadrona y me dejan con el culo al aire.

Los años de la posguerra fueron duros ¿Cómo fue tu infancia?

Mis padres tuvieron cinco hijos, yo soy el menor, y aunque mi padre siempre trabajó y no pasamos hambre había mucha escasez.  Mi padre era maestro pero no soportaba al alumnado y se enteró que en la Cámara de la Propiedad Urbana necesitaban cobradores para ir por las casas y lo solicitó. Le hicieron un examen y aprobó. El presumía que había sido el único empleado que había entrado a trabajar en la Cámara por examen. El resto había sido por enchufe.

Pronto ascendió a Ordenanza y nos dieron vivienda en la propia Cámara, en el número 4 de la  Plaza San Martín, por lo que viví muchos años en pleno centro de Madrid.

Pero el sueldo no daba para mucho y había que buscarse la vida a riesgo de perderla como le pasó a mi hermano mayor.

El día de su comunión con su hermana.

¿Qué le pasó?

Cuando terminó la Guerra,  Madrid estaba lleno de bombas que no habían explotado y mi hermano que entonces tenía 11 años, se dedicaba a desactivarlas y venderlas por unas cuantas pesetas. Una de ellas le explotó y le destrozó.  Fue un 16 de Mayo y murió en la Casa de Socorro que había en la calle Navas de Tolosa donde hoy está el chocolate Valor. —Echa mano de su memoria y quizá  para cambiar de tema  dice— coincide que un 16 de Mayo también murió el torero Joselito el Gallo y Lola Flores.

¿Pudiste estudiar?

De niño fui al colegió Huarte San Juan que había en la calle Comandante Fortea y recuerdo que al maestro, Don Felipe Herranz  Herranz le faltaba el dedo meñique, pero eso no le impedía dar unas hostias de campeonato.

Alternaba los colegios según viviera en el hotelito o en la vivienda de la Cámara

También estuve en otro colegio que estaba al lado de la Cámara en lo que hoy es el Restaurante Parrondo. Recuerdo que los maestros eran D. José y D. Victor y la verdad es que aprendí  lo justo. Era un poco vago.

También fui a la Escuela de Artes y Oficios de la calle La Palma a aprender orfebrería. Gracias a eso me pude colocar en talleres de joyería.

Pero yo siempre digo que he estudiado en la Universidad de la calle y no me ha ido mal.

De monaguillo en las Descalzas Reales

He visto unas fotos  en las que estás de monaguillo. ¿Cuándo fue eso?

Con 13 años dejé el colegio y fui monaguillo en las Descalzas Reales. Cuando me presenté al Sacristán me preguntó:

—¿Cómo te llamas?

—Juan José Martín Morales, para servirle a Dios y a usted— y él me contestó:

—A Dios sirve lo que quieras pero yo te voy a dar cada hostia que se te va a encender el pelo. Y cuidadito con el vino.

Así aprendí, a golpes cada vez que me equivocaba. Un día dejaron el vino a mano y cogí una moña de no te menees. Creo que lo hicieron adrede porque ya no volví a beber más de la cuenta.

Ganaba 5 pts diarias más las propinas. Recuerdo una señora que se confesaba cada quince días y me pedía que avisara al cura D. Pedro. Siempre me daba 5 pts de propina.

Pero si hay algo que identifique a Martín es su forma de contar cualquier anécdota llena de datos y demostrando que se conoce Madrid como la palma de la mano. Ahí va una muestra:

También estuve de Monaguillo en el Niño del Remedio, en la calle Arenal, en la calle de los  Donados, según vas hacia Opera, la primera es las Hileras que va a la Cámara (de la Propiedad), la segunda es la calle de los Donados y luego viene Costanilla de los Angeles.  Después viene la Taberna Real, la Plaza de Isabel II, el quiosco de Cándido Henche y si sigues para arriba están los Caños del Peral, que abajo en el metro está el Museo de los Caños del Peral. Luego si te vas hacia la calle Arrieta, que al final está la Iglesia de la Encarnación donde  el 27 de julio se licua la sangre de San Pantaleón. Ahí está la calle Santa Catalina, la calle de Torija, según subes a la izquierda está el Restaurante La Bola, luego más para arriba está la calle Fomento, que sale a la calle del Río, que es paralela a la Plaza de España. En la calle del Río esquina a Fomento  es donde estaba Bodegas Criado, el bar donde se comían las sardinas a la Bon Buplé, que eran lomos de sardinas limpias de espinas a la plancha, encima de una rebanada de pan. Un chato de vino y dos sardinas costaban 3 pesetas. Y se queda tan pancho

Con amigos de juventud

También he visto fotos en las que estás cantando

Mi padre, gracias a las propinas que recibía, me pudo pagar las clases de canto que recibí del Maestro Vela, que era hermano de Luisa Vela, casada con Emilio Sagi. Estos eran los mejores  cantantes de ópera y zarzuela del momento.  La escuela estaba en la calle Gran Vía, 11 por cierto al lado de la sastrería Bustillo de la que se decía: “Qué bien viste Bustillo a su excelencia el Caudillo”. El ingenio popular sacaba a relucir su guasa y  se hacían versos como éste. Igual se hacía con un  almacén de tejidos que había en la calle Atocha, cerca del teatro Calderón, que se llamaba Bobo y Pequeño. : ¿Qué me das si te enseño dónde está Bobo y Pequeño?

Y se contestaba: En el Pardo. Si te pillaban diciendo eso,  al talego.

Con compañeros de la Joyería. Rodeado de dos bellas señoritas.

En aquellos años había que tener cuidado con lo que se decía. Tú me contaste una vez que tu padre había muerto dos veces. ¿Cómo fue eso?

Cuando yo tenía 13 años mi padre murió en el hospital de la Cruz Roja que hay en Reina Victoria 22. Le tenía que operar de próstata el urólogo Dr. Paez  pero le operó el Marqués de Villaverde. Como era quien era, llegaba a un quirófano  y decía “doctor, con su permiso a este enfermo lo opero yo. A ver quién le decía que no al yerno del Caudillo.

Fue el 25-03-1950 le dejo una arteria mal cosida y se desangró. Lo bajaron al depósito de cadáveres. Menos mal que unas monjas que bajaron a rezar al depósito se dieron cuenta que estaba caliente y respiraba. Lo subieron a planta y le hicieron transfusiones de sangre y se recuperó. Localizaron a mi hermano que estaba de guardia haciendo la mili en Cibeles, en el Ministerio del Ejército, para que donara sangre y recuperar así la que le habían puesto a mi padre.

A los tres días, el 28 de Marzo un compañero de sala le contó a mi padre la historia, con todo lujo de detalles. Mi padre impresionado cogió su abrigo y se escapó del hospital y se fue al hotelito. El sólo se curó con polvos de azor y gasas, pero la herida cicatrizó por fuera pero no por dentro y se le salía el paquete. En Agosto tuvieron que operarle de nuevo pero esta vez con resultado satisfactorio. Ya no le operó el Marqués de Villaverde.

Por eso cuento que mi padre murió dos veces, la definitiva fue el  6 de diciembre de 1978, el día que se aprobó la Constitución.

En el servicio militar que lo hizo como voluntario en la base aérea de Getafe.

¿Pero a pesar de ser años duros el buen humor nunca te faltó?

No, eso no puede faltar nunca. Mira tú sabes cómo se dice en chino:

“Afortunado en el juego, desgraciado en el amor».

Si bingo chachi chichi chungo

(Continuará)

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COCINAR ES FACIL

Sin horno de leña es difícil hacer un cochinillo asado así.

Mi padre decía que para comer sólo hacen falta dos cosas: tener hambre y comida.

Esta reducción simplista se entiende por los tiempos que le tocó vivir pero hoy no podemos prescindir de ponerle más calificativos al término comida: apetecible, sabrosa, saludable, variada, etc. etc.

Debo reconocer que la cocina nunca ha sido una de mis grandes aficiones. Me refiero a cocinar porque comer cosas ricas, eso siempre me ha gustado.

Las circunstancias de la vida propiciaron que no tuviera que dedicarme a ello pues cuando dejé la casa de los padres, la que fue mi esposa se convirtió en una muy buena cocinera. Por eso nunca necesité meterme en la cocina y las contadas veces que lo hice fueron un rotundo fracaso.

Si compras el marisco ya cocido, esto si que es FACIL.

Cuando empecé a vivir sólo, hace 10 años, pensé que no necesitaba cocinar pues seguiría comiendo el menú de cualquier restaurante próximo a mi trabajo  y para las cenas y fines de semana los platos preparados eran mi mejor recurso.

Sin embargo la familia y los amigos me insistían para que cocinara, que era mucho más saludable. Además siempre añadían COCINAR ES FACIL.

La verdad es que con el tiempo me cansé de los platos preparados y de la comida de los restaurantes y me dije. ¿Por qué no? Voy a aprender a cocinar, si todo el mundo dice que COCINAR ES FACIL.

Una paella de encargo también resulta apetecible.

Así que manos a la obra. Me compré una olla Super rápida, la revista Cocina Fácil y me puse a buscar recetas en internet que se adaptaran a mis gustos.

Lo primero que descubrí es que en las recetas de cocina hay palabras que no significan lo que tú crees y otras que directamente no sabes lo que es. Así que es importante aprender primero el vocabulario de cocina y conocer el significado de palabras como caramelizar, brasear, blanquear, papillote, desglasar, desleir, pochar, asustar, reducir, juliana, fumet, pellizco etc. Por eso concluí que es mejor leer la receta el día anterior para evitar sorpresas y preparar los ingredientes con antelación. PERO COCINAR ES FACIL

Cientos de recetas en LECTURAS COCINA FACIL

Con el nombre de algunos ingredientes también hay que tener cuidado, pues a veces un mismo alimento se le llama de distintas formas y no lo encuentras en el super. A mí me ha pasado con el sésamo, el jarrete, la berza y con los huesos para caldo que todavía no consigo hacer coincidir los que encuentro en el super y los que me ponen en las recetas. PERO COCINAR ES FACIL.

Otra cosa que hay que tener en cuenta es que hay recetas de mala calidad pues en algunas la  cantidad y peso de los ingredientes no están debidamente proporcionados. Todavía recuerdo cuando quise hacer un puchero y no me cabían en la olla la cantidad de ingredientes que me indicaba la receta. ¿Y ahora qué hago? ¿Qué dejo fuera? ¿O tengo que volver a sacar todo e ir echando la mitad de cada cosa? Lo que hice fue romper la receta y marcarla como indeseable. También pasa que algunas recetas son tan largas y dan tantas explicaciones que se olvidan de explicar paso a paso el orden de ejecución. Para los que ya tenemos déficit de memoria y necesitamos leer lo siguiente después de cada paso, las explicaciones excesivas intercaladas son un obstáculo. Pero COCINAR ES FACIL.

La tortilla de patatas es un clásico que hay que preparar. Esta estaba buena.

Otra cuestión que es importante son la intensidad del fuego y el tratamiento dentro de la sartén o cacerola. Son aspectos que en muchas recetas no se explican o se explican de forma ambigua y no es fácil acertar. Cuando te dicen que le des la vuelta cuando ya esté hecho y tú no sabes si ya está hecho, tienes un problema. Cuando te dicen que añadas algo, si te lo pide el plato, tienes un problema porque no sabes cuando el plato te pide. Cuando te dicen que pruebes y rectifiques de sal y pruebas y está salado y no te dicen como rectificar, tienes un problema. PERO COCINAR ES FACIL.

Para facilitar las cosas todas las recetas te indican los tiempos de elaboración en cada paso pero tampoco te puedes fiar. Son tiempos aproximados, porque influye el nivel del fuego, la calidad y frescura del alimento, etc. Así que si ves que se está quemando y todavía le faltan 5 minutos según la receta,  mejor lo apartas del fuego. Más tiempo de fuego no mejora el resultado. Que me lo digan a mí. Lo mejor es probarlo siempre antes. Claro que si eres como yo, que siempre he odiado la comida demasiado caliente, lo de probar no es un plato de gusto. Me cuesta averiguar el sabor de un plato con la lengua achicharrada. Pero COCINAR ES FACIL.

Este arroz recibió el aprobado. A veces salen bien las cosas.

Y si al final te sobra o te falta algún ingrediente no te preocupes. Igual que cuando desarmas un aparato y al volverlo a armar te sobran piezas y si funciona no hay problema. Pues lo mismo cuando te sobre o te falte algún ingrediente si se puede comer el plato que has preparado no hay problema. Eso sí revisa la receta para comprobar donde está el fallo y que no te pase de nuevo. Yo me he encontrado bastantes recetas que te incluyen ingredientes y luego no te dicen cuando usarlos.

Por eso concluyo que para ser un buen cocinero o cocinera se necesitan cualidades, conocimiento y experiencia.

Pero no hay que desanimarse. COCINAR ES FACIL

COMO CAMBIAN LOS TIEMPOS

En esta foto del 7 de Octubre de 1967 el único que falta soy yo que ya me había ido a estudiar a Córdoba

Desde que Levi Hutchins, relojero norteamericano, inventó el despertador en 1787 ha llovido mucho. Hasta entonces la luz del sol o el gallo madrugador eran el método más usado para pasar del dulce sueño a la dura realidad.

Ahora simplemente con decir buenas noches los altavoces inteligentes te dicen el tiempo, te recuerdan tu agenda, te preguntan a qué hora quieres que te despierten y te desean buenas noches.

Con sólo decir buenas noches te ayuda a organizar tu vida.

Recuerdo cuando era niño que en mi casa para despertar por la mañana había un reloj con una potente campana. Todas las noches era el  mismo ritual; mi padre le daba cuerda al reloj y actualizaba, si era necesario, la hora a la que debía sonar. Por la mañana el ruido infernal de la campana sonaba de forma interminable y mi padre no lo paraba hasta que se levantaban los que tenían que ir a trabajar. (Si no me crees que el sonido era infernal visualiza el video y verás y oirás que no miento).

Comprueba el sonido de la campana y entenderás por qué el reloj es inolvidable.

Cuando llegaron los primeros despertadores a pilas, el reloj fue quedando en desuso y se quedó como un elemento más de decoración en aquel mueble lleno de fotos y de recuerdos.

Con el paso del tiempo mi odio al reloj se transformó en apego y recuerdo que le dije a mi madre que no se desprendiera del reloj, que lo quería para mí y que era la única herencia que deseaba. Mi madre me contó que ese reloj fue un regalo de su padrino Enrique Campos que lo había montado en 1925 y con los datos que me dio escribí una nota que pegué en la base del reloj. Cuando me fui de casa mis padres me entregaron el reloj y todavía permanece expuesto en un rincón de mi casa.

El otro día me fijé en el reloj y al levantarlo descubrí la nota que tenía pegada en la base y que ya no recordaba, la despegué, la desdoblé y al leerla me vinieron estos recuerdos que he relatado y pensé, como decían nuestros mayores “Cómo cambian los tiempos”