ROGEL O ROJEL

La abuela Elvira con su hija Carmen y su nuera Pepita

Tengo pocos recuerdos de mi abuela. Cuando pasó una temporada en casa de mis padres antes de instalarse en Gerona. En Mollina y en Gerona, en casa de la tía Carmen cuando iba de visita con mis padres y la recuerdo con una sonrisa dulce y animándome siempre a que siguiera estudiando.

Hace un tiempo he recuperado las cartas que recibía de mi familia cuando estaba estudiando en Córdoba y en ellas mi padre siempre me insistía que escribiera a la abuela porque, según me decía, le daba mucha alegría recibir noticias mías.

Uno de los pocos recuerdos que tengo es que en una ocasión me explicó que su “apellido Rojel se escribía con J y no con G como se ve por ahí” y que me ocupara que mi padre siempre lo escribiera con J.

Recuerdo que me produjo cierta intriga pero supuse que esa recomendación se la habría hecho a más nietos y sólo me preocupé de que en todos los documentos de mi padre se escribiera ROJEL y no ROGEL.  Nunca se me ocurrió preguntar a los hermanos de mi padre sobre ese asunto, dando por sentado que escribirían su segundo apellido como ROJEL.

Por eso me sorprendió mucho en el año 2012, cuando se creó el Grupo de Facebook ARTACHOS Y AMIGOS, que primero mi prima Paqui me dijera que ROGEL era con G y después su hermana Pilar me escribiera diciéndome que “mi padre siempre lo escribía con G el D.N.I y todos los documentos oficiales consta así, la abuela ELVIRA también y a mí personalmente me duelen los ojos al verlo escrito con j”.

Certificado de nacimiento de mi padre

Todos estos años he estado pensando cuáles podrían ser las razones para que se hubiera producido esta divergencia. Hasta se me ocurrió pensar que el abuelo Francisco, padre de mis tíos Juan, Paco, Carmen, Rafael y Antonio los hubiera registrado con G para diferenciarlos de los tres primeros hijos de su hermano Manuel (Vitoria, Manuel y José).

En la partida de nacimiento de mi padre aparece escrito con J tanto el nombre de la abuela Elvira como de su padre Rafael Rojel Mármol.

He investigado en webs de genealogía y todo indica que son dos apellidos diferentes. Según www.misapellidos.com Rogel con G procede de Francia y Rojel con J de España.

También en www.geneanet.org aparecen 15.927 personas que se llaman Rogel con G y la mayoría proceden de Francia. De Rojel con J aparecen 711 personas y hay justamente dos de Archidona, donde nació la abuela Elvira.

Precisamente he encontrado el árbol genealógico de esas personas y corresponden a Fernando Juan Crisóstomo Jiménez Rojel y su madre Antonia Rojel, nacida en 1830 en Archidona.

Me he molestado en pedir la partida de nacimiento de la abuela Elvira  y de nuevo aparece escrito ROJEL tanto en el nombre de su padre, Rafael Rojel Mármol como el de su abuelo José Rojel García.

Sería interesante si pudiéramos disponer de las partidas de nacimiento de todos los hijos de la abuela Elvira para ver cómo fueron inscritos.

Según la legislación española que establece el principio de exactitud registral, es el Registro Civil quien se encarga de la exactitud de los datos inscritos y si se cometen errores deben estar reflejados y corregidos en el propio Registro Civil.

Acta de nacimiento de Elvira Rojel Guerrero y para una mejor comprensión he mecanografiado el texto.

Mientras no dispongamos de más elementos de juicio o de algún testimonio de los primos mayores que lo aclare, mi idea conspiranoica de que el abuelo Francisco hubiera cambiado el apellido para diferenciar a sus hijos de sus hijastros será una simple presunción.

Lo más probable es que al haber muchos más Rogel con G que Rojel con J  se haya cambiado pensando que lo correcto era Rogel sin darle más importancia.

Seguramente este asunto no ha tenido ninguna importancia para sus hijos aunque para la abuela Elvira sí debía tenerla y por eso me hizo el encargo.

Con este escrito doy por cumplido su encargo y además he estado entretenido un tiempo y si alguien se entretiene leyéndolo pues doy por bueno el tiempo empleado.

Pero eso sí el misterio queda en el aire. Toda familia que se precie tiene que tener sus misterios.

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ABRAZAR UN ARBOL

Lo mejor de estar jubilado es que tienes tiempo para hacer casi todo lo que te propones, aunque hay que tener cuidado en no querer abarcar más de lo que puedes, pues no hay nada más incongruente que un jubilado estresado.

Por eso cuando mis hermanas, que son afiliadas de la ONCE, me animaban a colaborar con la ONCE como voluntario tenía mis dudas.

Pero éstas se disiparon cuando contacté con el departamento de Voluntariado y me explicaron las distintas formas de colaboración. Podía participar como Voluntario en el Programa de Acompañamiento, conforme a mi disponibilidad.

Antes de empezar, el aspirante a voluntario recibe una formación en la que se le enseña cómo tratar y guiar a las personas con ceguera o con discapacidad visual grave, además de información sobre la labor que desarrolla la ONCE.

APRENDI los tipos de deficiencias visuales que sufren los afiliados, las enfermedades que las provocan y los requisitos que se exigen para ser afiliado a la ONCE.

APRENDI las técnicas de acompañamiento para saber lo que hacer en las diferentes situaciones que te puedes encontrar al hacer un servicio de guía.

APRENDI cuáles son los errores más frecuentes que cometemos en nuestra relación con las personas con discapacidad visual, siendo el principal no preguntarles qué tipo de ayuda precisan o forzar a recibir una ayuda no deseada.

Evitar la sobreprotección, permitir que hagan las cosas por sí mismas y no generalizar, es decir tratar a cada persona en función de sus deseos y capacidades, son también pautas que se deben seguir.

Es verdad que estas reglas son de sentido común pero en la práctica hay muchas personas que las ignoran.

Me cuenta mi hermana Mari, que una vez escuchó un audiolibro que decía “que abrazar un árbol nos puede hacer sentir muchísimo mejor, que la sensación es única, y que sin duda te hace sentir mucho más cerca de la naturaleza y el entorno que lo rodea”. Y añadía que “A mucha gente le parece una tontería, pero lo cierto es que siempre se ha dicho que abrazar un árbol tiene poderes mágicos”.

Un día iba ella caminando sola con su bastón de invidente por las calles de Móstoles, se acordó del audiolibro y sintió deseos de experimentar la sensación de abrazar un árbol. Con el resto visual que le queda percibió una sombra y se dirigió hacia ella con la intención de comprobar que en efecto era un árbol y poder abrazarlo. No había llegado todavía a su destino cuando oyó una voz masculina que le alertaba diciéndole que no continuara y sintió un tirón del brazo para desviar su trayectoria. Mi hermana Mari, tras el susto inicial, le dio las gracias, esperó que se marchara e intentó de nuevo acercarse al árbol. Cuando estaba a punto de tocarlo oyó de nuevo otra voz, en esta ocasión femenina, que le decía “para, para, por ahí no” y sintió cómo la retenían del brazo otra vez y la empujaban lejos de su objetivo.

Probó fortuna en dos ocasiones más en diferentes lugares y siempre se produjo la misma situación. Con cierta frustración renunció a volver a intentarlo.

Cuando me lo contaba le pregunté que por qué no había advertido a esas personas tan “protectoras” de sus verdaderas intenciones y me dijo que no se atrevió, porque sentía un poco de vergüenza y no quería hacer sentir mal a los bienintencionados transeúntes.

Le dije que no se preocupara, que yo la acompañaría para que pudiera abrazar todos los árboles que quisiera. Y eso hicimos hace unos días en el parque Finca Liana de Móstoles, como se muestra en las fotos adjuntas.

Lo que sintió al realizar esta experiencia queda para su intimidad pero amigo lector, si observa en la calle a una persona con bastón blanco, que se dirige con paso firme hacia un árbol, no le frene en seco, ofrézcale ayuda y pregúntele primero porque a lo mejor lo que quiere es ABRAZAR UN ARBOL. 

YO TAMBIEN FUI BOMBERO

Hace unos días visité el Museo de San Isidro en Madrid. Es una visita interesante que recomiendo, pues se aprende mucho sobre los orígenes de Madrid. Está ubicado en la que, según la tradición, fue la casa donde San Isidro vivió y murió y la apertura del Museo ha permitido recuperar la costumbre de la visita al Pozo del Milagro (situado junto al patio), donde según cuenta la tradición, San Isidro salvó a su hijo de morir ahogado al hacer subir las aguas hasta el brocal.

Imagen tomada del blog ReliArtes

Contemplando el pozo me vinieron a la memoria los recuerdos de la casa donde vivíamos cuando llegamos a Madrid en 1960. También tenía un patio, aunque sin vallar durante los primeros años, y había un pozo profundo con agua que aunque no era potable, usábamos para fregar, limpiar, regar etc.  

También me vino a la memoria el día en que al ir a sacar agua del pozo escuchamos unos aullidos lastimeros procedentes del interior del mismo. Recuerdo que era domingo por la mañana porque se encontraban en casa mi padre y mi hermano Manolo.

Avisados mis padres descubrimos que era un gato, nuestro gato, el que maullaba desde el fondo del pozo. ¿Cómo se habrá caído? Nos preguntábamos todos, ¿Y ahora qué hacemos?

Poco a poco se fueron acercando vecinos y comentaban que “el gato no se podía haber caído sólo, porque la tapa estaba cerrada y que habría sido alguien con mala leche.” Otra vecina dijo que había oído al vecino de la casa de arriba renegar sobre el gato y que creía que había sido el autor de semejante maldad. Era un viejo gruñón y todos pensamos que había sido él.

Imagen del pozo que se encuentra en el Museo de San Isidro de Madrid

En aquellos momentos nos hubiera venido bien un milagro pero no nos dio por rezar, San Isidro no estaba cerca y era poco probable conseguir que el agua subiera hasta el brocal para que pudiéramos coger el gato con facilidad.

“Hay que sacarlo porque si se ahoga se corrompe el agua y ya no vamos a poder usarla”, decía mi padre.

Tras varios intentos infructuosos para que el gato se metiera en el cubo que le acercábamos soltando la cuerda, mi hermano Manolo dijo que la mejor solución era meter a un niño, que pesa menos, bien atado para que saque el gato. Pensaron en mi hermano Pepe que era el más pequeño pero mi madre se negó porque era demasiado pequeño. Entonces todas las miradas se dirigieron a mí preguntándome si me atrevía a meterme en el pozo. Yo tendría 8 ó 9 años y tras unos instantes de duda dije que sí. Recuerdo cómo se aceleró mi corazón, pero no podía negarme.

En esta foto de la comunión de mi hermano Pepe yo tenía 10 años.

Me quedé descalzo y en bañador, ataron una cuerda gruesa a mi cuerpo y poco a poco me fueron bajando hasta el fondo del pozo. Yo confiaba en mi padre y en mi hermano Manolo que eran los que sujetaban la cuerda, ayudados también por otros vecinos. Estaba muy oscuro y sólo cuando ya estaba cerca del agua vi al gato que se había resguardado en una hendidura de la pared, ligeramente por encima del nivel del agua. Lo tomé, lo apoyé sobre mi hombro y grité para que nos subieran a los dos. Cuando vi la luz, salí del pozo  y escuché los aplausos de los congregados, sonreí satisfecho y APRENDI que vencer el miedo tiene su recompensa. Ni siquiera reparé en los arañazos que el gato había hecho sobre mi hombro desnudo.

Los bomberos rescatando a un perro que había caído a un pozo

Cuando el otro día vi en televisión que los bomberos habían rescatado a un perro que había caído a un pozo y me fijé en la cantidad de personas que participaron, su uniforme, el casco, la grúa y las herramientas que emplearon para el rescate, pensé que nosotros hicimos lo mismo con muchos menos medios.

Y a eso me refiero cuando digo que por una vez, YO TAMBIEN FUI BOMBERO.

ARTACHO Y ADJUNTOS

Imagen obtenida en www.misapellidos.com

A los Artacho nos gusta nuestro apellido. Suena bien, no es frecuente, y nos hace sentir diferentes. Es más fácil que nos recuerden y “según concluye un estudio realizado por científicos de las Universidades de Alicante, Murcia y la Carlos III de Madrid, las personas con apellidos poco comunes tienen más posibilidades de tener éxito social que las que tienen nombres de familia usuales”.

Y eso que a veces nos encontramos en situaciones incómodas, como cuando nos cambian el apellido en comercios, agencias o al realizar trámites de cualquier tipo. Yo me he encontrado en albaranes, facturas y hasta en algún documento oficial Altacho, Artucho, Arteche, Arpacho y un sinfín de palabras más que sería largo enumerar. Por más intentos que hago de deletrear bien el apellido, sobre todo por teléfono, en muchas ocasiones me encuentro con el apellido alterado.

También es frecuente que te pidan explicaciones sobre su origen y en mi caso como soy Artacho Artacho algunas personas me comentan “qué casualidad, un apellido tan raro y encima repetido” y se quedan mirando esperando una explicación. Yo les sonrío con mi mejor falsa sonrisa y les digo “ya ve”.

Claro que si me preguntan si se escribe con hache o sin hache, vuelvo a sonreír y les contesto: “con hache porque si no, sería ARTACO”.

El mejor exponente de lo orgullosos que nos sentimos de nuestro apellido es sin duda el primo Pepe de la Tía Vitoria de Gerona. Todavía recuerdo con simpatía la última vez que nos vimos, que no se cansaba de repetir ¡¡¡Artachos, bien!!!,  ¡¡¡Artachos, bien!!!, ¡¡¡Artachos, bien!!!.

En un viaje a Munich para celebrar el 60 cumpleaños de mi hermano Pepe, nos juntamos un nutrido grupo de Artacho, acompañados de sus parejas. Allí escuché en varias ocasiones como Domingo, el marido de mi sobrina Irene, acuño la palabra ADJUNTOS, cuando quería referirse a los que no eran Artacho.

A veces cuando se creaban corrillos en el que los hermanos contábamos nuestras batallitas y los que no eran Artacho corrían el riesgo de bostezar, Domingo, con el buen humor que le caracteriza decía: “Los Adjuntos que se vengan para acá”, y formaban un nuevo corrillo, sin duda más divertido para ellos.

Pero no quiero que este sentimiento de aprecio a nuestro apellido se pueda malinterpretar y que alguien pueda pensar que nos consideramos mejores.

Por eso hoy quiero destacar a esas personas que acompañan a los ARTACHO. Son mujeres y hombres que en la mayoría de los casos han sabido complementar con sus parejas. Que han apreciado las capacidades de los ARTACHO, pero también han aceptado nuestras carencias. Son personas que cuando es necesario hablan por nosotros favoreciendo la comunicación, que preguntan cuando no preguntamos, que nos comprenden, que están pendientes de aquello que se nos olvida, que alegran nuestras fiestas y reuniones, en definitiva que los ARTACHO seríamos peores personas sin ellas.

Es por lo que termino este escrito diciendo: VIVAN LOS ADJUNTOS

CUATRO BODAS DE UN FUNERAL

Mi madre falleció en 2010 y mi padre en 2012. Tras el fallecimiento de mi padre algunos pensábamos que, al desaparecer el nexo que nos unía a todos, podría llegar a enfriarse la relación familiar, sobre todo entre los que vivíamos más alejados.  

Además no veíamos en el horizonte próximo ningún acontecimiento extraordinario como una boda o similar que pudiera volver a reunirnos a todos juntos. La última boda había sido la de Susana en 2002 y de eso ya hacía diez años. Los candidatos que la seguían no mostraban ningún interés por dar ese paso y cada vez que se les preguntaba decían: ¿eh?, ¡uf!

Por eso durante los trámites legales para el reparto de la herencia, todos los hermanos acordamos reservar  un dinero para juntarnos todos los miembros de la familia (hijos, nietos, biznietos y adjuntos),  compartiendo una comida. Estábamos seguros que los abuelos lo hubieran aprobado y estarían felices,  pues siempre disfrutaban mucho cuando nos reuníamos todos.

La comida se celebró y a ella asistieron casi todos los invitados. (Creo recordar que sólo faltó Domingo, el novio de Irene que se encontraba trabajando fuera de España). Si no he errado en la cuenta asistimos 33 personas y la comida transcurrió en un ambiente alegre y festivo. A los postres hicimos un brindis y una breve alocución recordando a los abuelos fallecidos y la emoción puso un nudo en la garganta de algunos.

Tras el brindis, pidió la palabra mi sobrina Mari Paz y nos anunció de forma solemne pero con una gran sonrisa que al año siguiente se casaba. Aplausos y gritos de júbilo fue la reacción que provocó dicho anuncio. Por fin una boda en la familia.

A continuación mi hija Vanesa pidió la palabra y, sin dar tiempo a las señoras para que fueran pensando qué traje se iban a poner, anunció que ella también se casaba al año siguiente. Nuevamente los aplausos, los gritos de júbilo y las risas se adueñaron del local. Si estábamos penando por bodas pues ya teníamos dos.

Pero aquí no acaba la historia, cuando estábamos asimilando que se nos presentaba un año “movidito” con dos bodas a la vista, mi hijo Juan Carlos anuncia que él también se casaba al año siguiente.  Tras la sorpresa inicial otra vez las risas, los aplausos, los parabienes y alguna cara de incredulidad. ”Esto ya es demasiado. Si me lo cuentan no me lo creo, tres bodas en el mismo año”, se oía decir.

Es fácil imaginarse el ambiente tras estos anuncios, todos en corrillos, hablando y riendo. De repente se oyen gritos de nuevo y voces pidiendo silencio. Entonces mi hermano Manolo anuncia que él también se casaba el año que viene.

Dejo a la imaginación del lector que se haga una idea de la situación, pues ya no encuentro palabras para describirla. CUATRO BODAS,  CUATRO BODAS, CUATRO BODAS, CUATRO BODAS.

En efecto en 2013 se celebraron las cuatro bodas y pudimos contarlo. Bueno yo lo cuento ahora y todavía me sonrío.

MI HERMANO MANOLO

Nació en Antequera (Málaga), el 22 de Febrero de 1939, aunque en su DNI aparecía como fecha de nacimiento el 2 de Marzo. Nació en la casa familiar, como nacían en aquella época la mayoría de los niños y tardaron más de la cuenta en inscribirlo en el Registro Civil. Para librarse de la multa le cambiaron su fecha de nacimiento.

Su infancia y adolescencia fue muy dura. Como se suele decir, si duras son las guerras más duras son las posguerras. Además fue el primer hijo y en aquellos años a los padres noveles se les decía que a los niños había que criarlos con el pan en una mano y la vara en la otra.

Mi hermana Mari todavía recuerda los golpes que le daban por hacer las travesuras propias de la niñez. Con 10 años el padre se lo llevó al cortijo para que echara una mano, pues faltaba demasiadas veces al colegio y eso no podía ser. Allí aprendió a leer y a escribir de la mano de un cortijero de Mollina que sentía compasión por él.

La gran diferencia de edad con sus hermanos menores varones le impidió compartir con nosotros vivencias y aficiones. Le veíamos como un segundo padre y en algunas  ocasiones pretendió ejercer ese rol.

Cuando se enteró que iba a nacer Carlos, el benjamín de la familia, se llevó un gran disgusto porque sentía vergüenza. Su novia Antonia, la que sería su mujer,  contaba que le dio la noticia en estos términos:

 —Tengo que darte una terrible noticia de mis padres—dijo en tono apesadumbrado.

— Mi madre está embarazada— añadió tras una pausa

—¿Y cuál es el problema?¿Acaso no es de tu padre?—le respondió ella

—Pues claro que es de mi padre. ¿Pero tú ves normal que con la edad que tiene mi madre se haya quedado embarazada?

—Pues tener hijos en el matrimonio yo lo veo normal—le contestó, zanjando la conversación.

Corría 1963, mi madre tenía entonces 45 años y mi hermano 24. La educación sexual que había recibido hasta entonces era nula y todo lo relacionado con el sexo era pecaminoso.

Cuando pienso en él veo a un hombre luchador y sufridor. Luchó para superarse en la vida y conseguir lo mejor para que no les faltara nada a su mujer y sus hijos. Y lo logró.

Pero también sufrió mucho. Se sentía menos querido por sus padres y hermanos y ese sentimiento le alejaba de los hermanos. Su mujer estaba delicada de salud y con demasiada frecuencia debían acudir a médicos y hospitales.

Cuando se jubiló se le veía feliz, dedicaba parte del tiempo a sus aficiones y nos enseñaba con orgullo sus creaciones de marquetería. Fue un magnífico abuelo y sus nietos le adoraban.

Pero la vida fue cruel con él. Cuando enviudó llegó el cáncer. Y siguió luchando. “No voy a permitir que me lleve sin luchar”, me decía. Y así estuvo 5 años. Luchando y sufriendo hasta el último minuto. Menos mal que tuvo a su lado a Agueda , una mujer valiente que fue su sostén en esos duros años. “Sin ella no hubiera aguantado tanto” nos decía a los hermanos.

Hace seis años que se fue y sirvan estas líneas para recordarle con cariño.

P.D. El pasado 5 de Diciembre de 2020 falleció Agueda, la que fue su compañera durante los cinco últimos años de su vida. Descanse en paz.

70 AÑOS

El 1 de noviembre de 2019 mi hermana Carmen cumplió 70 años. “casi ná”. Y lo bueno es que los demás vamos detrás (bueno alguna va delante). Quiso celebrarlo por todo lo alto y nos invitó a parte de la familia y a algunos amigos a una fiesta que resultó entrañable. Es que 70 años no se cumplen todos los días.

Sus hijas, Susana y Mari Paz nos pidieron a todos los asistentes que le hiciéramos un regalo especial, escribiendo un breve texto, acompañado de una foto, relatando sentimientos o experiencias de nuestra vida, inspiradas en nuestra relación con Carmen. Con esos textos confeccionaron un libro que le fue entregado en la fiesta.

Se leyeron alguno de esos textos y las emociones brotaban por doquier pues se percibía que salían del corazón.

Con su permiso reproduzco mi escrito y la foto que le acompañaba.

Hola hermanita:

Leí una vez que los lazos de la infancia se sueltan cuando emprendemos nuestra vida adulta y nos alejamos del entorno familiar; el tiempo que todo lo suaviza y tempera nos permite reanudarlos al cabo de los años y potenciarlos con mayor firmeza«.

Pues sí eso es lo que me ha pasado contigo, que tras muchos años de relaciones templadas estamos viviendo ahora con mayor intensidad esa relación fraternal que siempre ha existido.

Siempre te he visto diferente a los demás hermanos y llegué a pensar y decir que tú no parecías Artacho. Pero en el viaje que hicimos sólos y juntos a Benidorm a pasar una nochevieja con Carlos, Pepe y otros miembros de la familia, me di cuenta que claro que

eres Artacho y que las diferencias que yo percibía en ti mejoraban  a los Artacho.

Porque tu inconformismo, tu curiosidad y la ingenuidad que desprendes en muchas ocasiones lo combinas muy bien con  la paciencia, la generosidad, el saber escuchar y la serenidad que yo atribuyo a los Artachos.

Decía Confucio que “Todos tenemos dos vidas. La segunda empieza cuando nos damos cuenta de que tenemos sólo una.  Yo sé que ya hace mucho tiempo que estás viviendo tu segunda vida, porque como Sabina, no cumples 70 años. Cumples treinta más cuarenta

Nací detrás de ti, crecí detrás de ti y en otras facetas de la vida he seguido tus pasos. Por eso he elegido esta foto para que sepas que siempre estaré detrás de ti, por si me necesitas.

DETRAS DE TI

Muchas felicidades en tu cumpleaños.

Rafa

CARTA A MI PADRE

Unos días antes de fallecer mi padre,  mi hermano Pepe le escribió una carta que fue leída en su funeral. Es una carta que resume muy bien su vida y que suscribo en su totalidad.

La publico para que  siga viviendo en nuestro recuerdo como el gran hombre que fue.

Carta a mi Padre

Si, me siento orgulloso de Tí, has jugado dos Partidas y las dos las has ganado.

La primera te la echó la Vida, y no fue precisamente generosa con las cartas que te dio, apenas tus Manos y tu Voluntad .

Superaste siendo niño la pérdida de un Padre, conociste por ti mismo el trabajo infantil, sin ningún reconocimiento por parte de tu Padrastro (estos ladrones no hacen más que comer) y tu adolescencia poco más que trabajo te ofreció.

Con la juventud, te llegó el Amor, del que no pudiste disfrutar mucho tiempo, porque una Guerra dijo que tenías que luchar, quizás contra los que tú más podrías identificarte, pero no te dieron la opción de elegir. Tu bando ganó la guerra, pero vosotros todos la perdisteis y sufristeis la postguerra y el “Año del Hambre” .

Mientras tanto tu familia iba creciendo y tú hacías lo único que sabías, Trabajar para ir saliendo adelante. Apoyado y animado por tu Mujer, lograste comprar tu primera casa y como el futuro en tu pueblo no lo veías claro, lo dejaste todo para ir a la Gran Ciudad a preparar el camino para reunir a tu familia y poder ofrecerle algo mejor.

En Madrid, además de tu jornada de más de 12 horas, tenías tiempo de ir acomodando la casa familiar hasta que finalmente la pudiste comprar, y ese patrimonio te ha sido suficiente para no depender de nadie.

Más tarde la vida empezó a ser más amable y vinieron las Vacaciones de verano en la playa, que aunque fuera un poco obligado por tu mujer, tú también disfrutabas.

Y por fin la Jubilación, con tu frase favorita: Quién me iba a decir a mí, que iba a cobrar más de 33 años sin trabajar.

Y te era suficiente con la tranquilidad y gozar con tu Mujer, lo que conseguiste hacer hasta el final, y no parece que eso sea lo habitual.

Por todo esto, yo creo que en tu Partida con la Vida, hay un claro ganador, Tú.

La otra Partida te la planteó la Muerte, cuando, según tú nos contabas, te viste perdido la vez que cruzaste la corriente del río con tu yegua, pensando que si ella pasaba era que se podía. Pero al momento, te dejó a tu suerte y tú creíste que no lo contabas. Pero sí.

La siguiente baza fue todavía más seria. En el frente de Peñarroya recibiste una herida de metralla en una pierna, los enfermeros estimaron que tu caso era cuestión de horas y te dejaron junto a los moribundos, y recuerdo como lo contabas: se murió el de mi izquierda, el de mi derecha y otros, pero como vieron que yo no tenía ningún pensamiento de irme todavía, dijeron, a ver que podemos hacer por él. Y soportando aquellas dolorosas curas, seguiste adelante, ¡¡ porque te quedaban tantas cosas para hacer!!.

Otra vez, lo recuerdo porque nunca llegabas tan pronto a casa y con la ropa y las botas de la obra, te trajeron en un camión porque el edificio en el que trabajabas se había desplomado, pero tú también pudiste evitarlo.

Y por último, cuando ya no tienes demasiado interés por la Vida, la estás haciendo esperar, gracias a tu gran fortaleza, el tiempo que tú consideres necesario.

Creo que esta Partida está ya ganada.

Me pregunto: ¿Qué visión he tenido yo de ti y cómo ha sido mi relación contigo?

Cuando era niño te veía con respeto, pero salvo en momentos puntuales, sí, era respeto, no miedo. Para mi era importante darte el beso cada vez que llegabas de trabajar, en la familia de otra gente esta costumbre no existía.

La relación que tenía contigo no era tan cercana, pero para mí estaba bien. Tú cumplías el rol que tenías asignado, traer el dinero a casa y ser una referencia de respeto y autoridad, esto ahora es completamente diferente, pero quizás tampoco es lo mejor.

Tu preparación para la vida se limitaba a tu propia experiencia y a los valores que te inculcó la abuela Elvira, trabajo, honradez y prudencia. Y eso has sido: lo que antes se llamaba un “Hombre de Bien”.

Cuando estuviste convaleciente en la guerra, te empeñaste en aprender tu solo a escribir, para que nadie tuviera que escribirte las cartas para tu mujer.

En general no eras violento, y salvo el temido “de rodillas en cruz” y tu “cago en la osti” (que significaba que la cosa iba en serio) no es que la convivencia fuera una balsa de aceite, pero para los tiempos que corrían era más que aceptable.

También te supiste ir adaptando a los nuevos tiempos , recuerdo como ya casi con 60 años y después de 12 ó 13 horas fuera de casa, llegabas del trabajo en la obra y te ibas andando otra media hora a Tajamar, porque había una reunión en la que iban a explicar algo sobre cómo educar y comprender mejor a los hijos, o algo parecido, que quizás no terminabas de entender del todo, pero que asumías como parte de tu responsabilidad.

El hecho de haber tenido la mujer que elegiste, también ha sido determinante en tu vida, debido a su personalidad y empuje te ha animado y apoyado a lo largo de vuestro camino, pero quizás también has tenido que luchar contra eso, para reclamar la parte que te correspondía, que en ocasiones quedaba oculta por el gran carisma que ella tenía.

Y en esta última etapa de tu larga Vejez, has conseguido no ser nunca una carga para tu familia, y hacerte muy mayor siempre con una sonrisa y ningún mal modo, incluso en estos últimos días en los que no podemos oírte, nos contestas regalándonos una sonrisa.

Si, Papa, puedes y debes estar satisfecho, aquí estamos, y ahora sí hablo por todos, Tu Familia que te quiere.

Y cuando ya no estés aquí, vivirás en nuestro recuerdo como el gran Hombre que eres.

31-01-2012

Pepe.

QUE BUENA ES MI MARI

Mi madre solía decir que qué suerte había tenido con todos sus hijos, que ninguno le había salido descarriado. Tenía la costumbre de hablar bien de cada uno de ellos, pero si estaban ausentes. Si hablaba conmigo me decía, lo hábil que era su Manolo, lo buena que era su Mari, lo dispuesta que era su Carmen que entiende “de tó”, lo cariñoso que era su Pepe, que decía que no se iba a casar nunca porque siempre estaría con ella y lo trabajador que era su Carlos. También me consta que decía cosas buenas de mí a mis hermanos.

No sé si lo hacía conscientemente para que nos sirviera de estímulo pero lo que sí sé es que a veces esos comentarios me producían celos y llegaba a pensar que era menos valorado que aquel o aquella a quien elogiaba.

A veces le hacíamos la pregunta ¿A qué hijo quieres más ?, y ella siempre respondía que a todos por igual y mostrando su mano abierta decía: “ a ver qué dedo voy a querer que me corten”.

Y ante ese argumento todos callábamos dándolo por bueno, aunque en el fondo pensáramos que quería más a los otros.

Pero hoy quiero hablar de mi hermana Mari porque haber crecido en el seno de una familia numerosa imprime carácter. Si además es la hermana mayor y ha nacido en la década de los 40, en lo que se conoce cómo los años del hambre, relatar su infancia y juventud daría para escribir un libro.

A mi hermana Mari le tocó vivir esa época y desde muy niña se tuvo que hacer cargo de los hermanos más pequeños y ayudar en las tareas del hogar que en aquellos años carecía de las comodidades de hoy.

A eso hay que añadir que ya padecía una insuficiencia visual que no se trató de forma adecuada y que durante su estancia en la escuela le faltó la comprensión de las monjas, que la expulsaron porque pretendían que leyera sin acercarse el libro a los ojos, cuando para una persona miope sin gafas eso es pedir un imposible. Es fácil imaginar el daño que esa humillación provocó y lo difícil que puede ser para una niña sobreponerse emocionalmente a ese rechazo.

No es extraño por tanto que cuando hurga en sus recuerdos de infancia y juventud afloren las malas experiencias.

Quizá eso la hizo callada, obediente, y siempre buscando la aprobación de los padres y superiores para evitar cualquier regañina y demostrar que podía ser útil.

Pero detrás de esa apariencia mansa, cuasi sumisa se escondía una personalidad independiente y resolutiva. Y si alguien llegó a pensar que se iba a convertir en una mujer resignada o dependiente y que aceptaría sin rechistar lo que el futuro le deparaba estaba equivocado.

Cuando oyó decir a su padre ¿qué vamos a hacer con esta niña, sin ver? ¿Cómo va a trabajar? Ella demostró que podía trabajar y ser de las buenas.

Cuando veía que sus hermanos se casaban y se compraban un piso ella, aunque todavía no tenía pareja, se compró un piso.

Apenas sin saber leer y escribir se sacó el carnet de conducir haciendo verdad el refrán que dice que “hace más el que quiere que el que puede”.

Se casó, cumplió su deseo de tener un hijo y a pesar de que la miopía no ha cesado en su avance vive la vida con ilusión y entusiasmo.

Cuidó de los padres hasta sus últimos días y se siente orgullosa de haber cumplido el deseo de su madre de no llevarla a una residencia, que tanto temor le producía.

Cuando se marchó la mama asumió su rol y actúa de nexo entre hermanos y sobrinos compartiendo información que nos hace sentir más próximos.

Eso sí, ya no es la niña callada que no habla por no pecar. Ahora lo casca todo y cuando te coge por banda no para de hablar, quizás para recuperar el tiempo perdido.

Pero inspira confianza, es generosa, actúa de buena fe, en resumen una buena persona y que como Chayanne quiere seguir disfrutando de las cosas buenas que tiene la vida.

Por eso yo digo lo mismo que mi madre: “QUE BUENA ES MI MARI ”.

UN TIO GRACIOSO

Cuando miro hacia dentro, y lo hago con bastante frecuencia, veo una persona seria, tranquila, reflexiva, segura e insegura según de lo que se trate, a la que no le gusta molestar conscientemente pero que desprende indiferencia hacia aquello que no le interesa y que a veces pontifica sobre asuntos que cree dominar, sin darse cuenta que esa actitud puede molestar.

Me he visto muchas veces en mi tienda respondiendo a una impertinencia de forma impertinente. He llegado a pensar que tengo el gen “granaíno” de la «malafollá”, del que se quejan los visitantes y turistas de la hermosa Granada.

Es verdad que resulta cansino tener que explicar una y otra vez que no puedes dar o hacer algo que un cliente quiere, pero se puede contestar con buenos modos. Siempre he mirado con envidia, cuando observo en otra tienda cómo un dependiente dice NO con una sonrisa encantadora. ¿por qué no me saldrá a mí?, me pregunto.

Entonces me lamento de no haber conocido antes el proverbio chino que dice que “El hombre cuya cara no sonríe no debe abrir una tienda”. Y haber hecho caso.

Ha habido muchos días que me he propuesto ser atento,
amable, casi servicial pero me ha durado menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Basta que venga alguien que se aburre en casa y que no deja de contarte su triste vida, para perder la
sonrisa propuesta. Y si a continuación llega la señora de turno que quiere algo que sale en televisión pero que no sabe cómo se llama, ni de qué trata, que sólo sabe que se lo ha dicho su hija y que te mira ansiosa esperando que tú inicies una retahíla de nombres para ver si se le ilumina la memoria, entonces no puedo por menos que responder: Señora, no tengo tiempo de ver la televisión y con las pistas que me da no encuentro al asesino. No soy Sherlock Holmes. La señora se va refunfuñando y una vez más se cumple la frase que dice “Hoy hace un día estupendo. Ya verás cómo viene algún idiota a estropearlo”.

Pero un día recibí una de esas frasecitas que circulan de móvil en móvil que siempre leo y que olvido al minuto, pero que esa en concreto me hizo pensar. La frase decía: “Nunca olvides los recuerdos que un día te hicieron sonreír.” Y recordé que había muchos momentos en mi vida en que había sonreído. También recordé que en tres cajas antiguas y grandes de Cola Cao había ido depositando fotos, cartas y objetos que había guardado porque en su momento creí que merecía la pena conservarlos. Pensaba que si guardaba esos objetos las emociones que había vivido se guardaban también y aflorarían cada vez que accediera a ellos.

Poco a poco voy poniendo cruces a la lista de cosas que había elaborado para mi jubilación. Una de ellas era revisar esos recuerdos que he ido almacenando a lo largo del tiempo, clasificarlos y desechar los que ya no significaran nada. Así que ese día me puse manos a la obra y encontré entre esos recuerdos una fotografía mía vestido de mago y dos sobres hechos a mano con hojitas de papel y decoradas con flores y corazones, en cuyo interior hay dos pedazos de papel con un texto escrito por manos infantiles. En uno de ellos mi hija Vanesa escribe:

Para mi gracioso Papá

querido titi: Qué tal estás gracioso Rafa. Te quiero mucho. Qué tal te va con tu trabajo colega, el mío muy bien. Con mucho cariño te manda Vanesa muchos besos.

En el otro mi sobrina Mari Paz escribe:

Tío te quiero mucho y te admiro por tus gracias y por los chistes que cuentas siempre te he querido como tío con cariño me despido Mª Paz ¡¡Adiós!!

Estos escritos me han hecho recordar que una vez fui un TIO GRACIOSO