“Se acercan imperturbables mis sesenta y nueve años aquí sobre la tierra” Así empieza un bello poema de Andrés Aberasturi que me conmovió y me hizo reflexionar cuando lo oí hace tiempo en la radio (RNE).
Ahora que también se acercan a mí mis sesenta y nueve años he vuelto a escuchar y releer el poema y me identifico con muchos de sus planteamientos.
Sobre todo, como él “quiero un porvenir sencillo un por llegar de esos de todo a cien: contemplar cómo crecen mis nietos, que me quieran un poco más los que aún me quieren y sonreír sin inmutarme demasiado, si a la vida le queda aún alguna bala perdida en la recámara que me apunta directamente al corazón.
Dejo a continuación el audio dónde se puede escuchar al autor recitándolo. Leedlo y escuchadlo, os gustará.
PORVENIR
Se acercan imperturbables, entre estos calores de justicia y algunos sudores fríos, mis sesenta y nueve años aquí sobre la tierra. No está mal cuando, como decía Celaya, ya no se esperan demasiadas cosas personalmente exaltantes. Yo creo que es la hora, el momento, el tiempo justo para empezar a diseñarme un porvenir a mi medida. Nada del otro mundo, claro, ninguna sorpresa capaz de convulsionarme la vida como cuando entonces y a cambio pues una cierta paz conmigo mismo y con las cosas.
Diseñarme un porvenir a estas alturas, inventarme un futuro en el que ya no caben, claro, los incendios, los terremotos en el alma, las noches de palomas y alacranes. Pero al menos que tenga un algo de incierto en estos tiempos tan aburridamente previsibles.
Parece que fue ayer cuando me reinventaba un pasado y ahora necesito con cierta urgencia diseñarme un porvenir. Quiero hacer planes, ponerme metas, desafiarme, aunque sea un poco, pero se ve que no tengo ninguna vocación de Ironman. Cada vez creo, con Javier Krahe, que el Guinness de los récords no es más que un libro de excesos escrito en inglés.
Pues eso que no se trata de proponerse grandes hazañas, ni tan siquiera de encontrar a estas alturas esa bobada mentirosa a la que han dado en llamar «un proyecto de vida». Como si uno pudiera hacer frente a la vida lo que la vida hace improvisando para uno.
No: quiero un porvenir sencillo, un por llegar de esos de todo a cien: contemplar cómo crecen mis nietos, que me quieran un poco más los que aún me quieren y sonreír sin inmutarme demasiado, si a la vida le queda aún alguna bala perdida en la recámara que me apunta directamente al corazón.
¡Qué importante es querer y ser querido!