Continuamos con el relato de la trayectoria profesional de mi amigo Martín. Un breve recorrido por las empresas en que trabajó y que le hace aflorar recuerdos de personas que han sido importantes en su vida profesional. Pero eso sí, el buen humor que no falte y como dice la canción de Peret :
Es preferible… reír que llorar
y así la vida se debe tomar,
los ratos buenos hay que aprovechar,
si fueron malos mejor olvidar.
¿Cómo fue tu incorporación al mundo laboral?
Aparte de monaguillo, fui aprendiz de chapista en un taller, donde aprendí a fundir y rectificar bielas. También fui aprendiz de cortador de trajes para militares. Todavía recuerdo las ampollas que me salían en los dedos usando las tijeras al cortar la tela. Fui vendedor de aspiradoras por las casas.
Más tarde gracias al oficio de joyero que había estudiado en la Escuela de Artes y Oficios me coloqué en una joyería. Trabajé en 3 joyerías. En la primera ni me dieron de alta pero aprendí el oficio y en la segunda ya fui Cajista. Estaba en la calle de las Veneras, al lado de la Cámara de la Propiedad.
¿Qué recuerdos tienes de esa etapa?
Tengo muchos recuerdos y sería muy largo de contar. Sólo te cuento que mi jefe de la joyería de la calle de las Veneras se llamaba Emilio y era gay. Su mujer Afriquita, como él la llamaba, era la sobrina de Francisco Serrano Anguita, escritor y periodista muy reputado, (tiene una calle en Madrid). En aquella época, te hablo de 1952, la policía hacía redadas y los gais iban al talego. Cada vez que le detenían llamaba a su mujer y le decía: “Afriquita, llama al tío” y el tío (Serrano Anguita) iba a la Puerta del Sol y le soltaban. Emilito tuvo un triste final, hizo una estafa, le pillaron y se suicidó.
Después trabajé en otra joyería que se llamaba Talleres Carmona en la calle Eloy Gonzalo.
Por cierto en esa Joyería tenía un compañero que se llamaba Casimiro Vicente y decían que era hijo de Casimiro Morcillo, el que fue Arzobispo de Madrid, Presidente de la Conferencia Episcopal y Procurador en Cortes nombrado por Franco. Cuando cerró la joyería le colocaron en Iberia.
En este momento se cambian las tornas y ahora es Martín quien me pregunta
- ¿Sabes dónde nació el Arzobispo Morcillo?
- No —le respondo.
- En Chozas de la Sierra. ¿Conoces ese pueblo?
- No — le vuelvo a responder
- Pues sí lo conoces porque ahora se llama Soto del Real. A Casimiro Morcillo no le gustaba el nombre de su pueblo (Chozas de la Sierra) y consiguió que Franco lo cambiara, a pesar de que la Real Academia de la Historia emitió su informe en contra para que no se cambiara.
- ¿Sabías que Miraflores de la Sierra se llamaba Porquerizas?
- No —sigo respondiendo.
- Pues este cambio fue mucho antes y dicen que fue Isabel de Borbón, la esposa de Felipe IV la que, camino de uno de sus viajes a El Paular dijo al pasar por Porquerizas, “Mira Flores” y así se cambió.
- Eres un pozo de sabiduría, Martín. —le contesto.
Pues volviendo a la joyería, en esta última llegué a ser Oficial de primera, sacador de fuego.
¿Ganarías un buen sueldo?
¡Qué va!, se ganaba poco y había que tener dos o más trabajos. Compatibilizaba la joyería vendiendo los chicles Cosmos, que en aquella época era el número uno de ventas. Cargaba en un almacén que había por el Paseo de Extremadura, en la calle Santa Úrsula y vendía visitando los comercios. El dueño era un libanés y me dejo un “cuatro latas” (Renault 4L) para repartir. No sé cómo pasaba pero le abollé el coche tres o cuatro veces. Un día me dice: “usted ser un buen vendedor, pero mal conductor. Yo poner a usted vendedor de infantería”. Y ya no me dejó un coche nunca más. Y me tocaba ir a vender andando.
¿O sea que practicabas el pluriempleo?
Pues sí. Cuando la joyería empezó a flojear, el dueño de la joyería señor Carmona, que tiene que estar en el cielo sentado a la derecha de Dios Padre, nos dijo: “El oficio va mal. Papa Blanco ya no nos manda trabajo” (era un señor de Lérida almacenista de joyería que nos mandaba el oro para hacer 10 kilos de obra de pulseras todas las semanas). “El que encuentre trabajo que lo coja que yo le voy a seguir pagando el sueldo base y la seguridad social”.
Así que me fui a ver a mi tía Isabel, prima hermana de mi padre, que tenía el bar Iris en la Glorieta de Atocha. Como yo no sabía nada del oficio, mi tía me recomendó a mi cuñado que tenía una cafetería en la calle Donoso Cortés, esquina Escosura. Así empecé a trabajar en la cafetería Picos Pardos; entraba a las tres de la tarde hasta las 11 de la noche. Viví aventuras que ni te cuento. Estuve 3 años. Allí tomé mi primer contacto con el mundo de la prensa.
¿Cómo fue eso?
Un cliente habitual al que yo trataba muy bien, un día me dice:
- Chaval, ¿qué te pasa que te veo muy apagado?
- Que estoy “moscas tres”— y le hago un gesto con dos dedos en las fosas nasales.
- ¿Y qué es lo que haces?
- Pues por la mañana voy a un taller de joyería y por la tarde estoy aquí.
- ¿Si te quieres ganar unas pelillas por la noche ven a verme?— Y me da una tarjeta que ponía Jefe de Suscripciones de ABC.
Así que ahí me tienes por la noche repartiendo el ABC andando. Me daban 6 paquetes para repartir. Dejaba tres al conserje y me iba con los otros tres paquetes a entregar los más lejanos y luego volvía a por los otros. Ya estaba casado y tenía un hijo y había que sacarlos adelante.
¿Y ya empezaste a trabajar en el sector de las publicaciones?
Fue una toma de contacto. Mi entrada en el sector se produjo cuando me contrataron en la Editorial Bruguera. Antes estuve tres años de encargado en la cafetería de mi tía.
¿Cuándo entraste en Bruguera?
El lunes 18 de febrero de 1969 y entré de repartidor. Tenía una ruta de 156 puntos de venta. Recuerdo también que le llevábamos el género a Miguel de la Fuente, en la calle Lombía. Íbamos dos personas porque era mucho género y teníamos que recoger la devolución. Nos trataba muy bien, porque cada vez que íbamos nos daba 50 pts. de propina para que fuéramos a desayunar, mientras sus empleados descargaban el género y nos cargaban la devolución. Nos íbamos a Los Torreznos, en la calle Goya esquina Fernán González, nos tomábamos 2 pinchos de tortilla, 2 torreznos, 2 cañas de vino, 2 cafés y nos sobraba dinero.
¿Estuviste muchos años en Bruguera?
Estuve 14 años. En 1972 dejé de repartir y empecé a viajar como comercial y en 1983 hubo un proceso de bajas incentivadas y me marché a J. Mora, como tú sabes.
Es verdad. Yo te conocí cuando estaba en J. Mora y tú en Bruguera. Te fichamos porque nos habían dado la distribución del Pronto para la ciudad de Madrid (para la provincia ya la teníamos) y teníamos que montar las rutas de reparto. Aprendí de ti muchas cosas que luego me fueron muy útiles en otras empresas, cuando tuve que montar estructuras de distribución.
Sí. Recuerdo el mural de corcho con el plano gigante de Madrid, donde puse alfiler a alfiler de distintos colores todos los puntos de venta de Madrid ciudad (más de mil) y un hilo que los unía señalando las rutas. Era la admiración de todas las visitas. También me acuerdo que el primer día que repartíamos el Pronto en Madrid te siguieron misteriosamente.
Ja, ja, ja. Es verdad. Ahora voy a tener que contarlo.
Recuerdo que a las 4 de la mañana fui al local de la distribuidora, cogí el furgón grande y la documentación de reparto para ir al estadio Vicente Calderón, que es donde habíamos citado a los repartidores y al tráiler de 26 toneladas que traía las revistas desde Barcelona. En el trayecto noté que un coche me seguía, porque no me adelantaba y eso que yo iba despacio. Cuando llegué al Vicente Calderón te lo comente a ti y a nuestro jefe, Juan Mora. Nos montamos en el coche de Juan Mora para dar una vuelta y vimos el coche aparcado con las luces apagadas y el conductor dentro. Hizo intención de arrancar cuando se sintió descubierto pero bloqueamos su salida, le hicimos bajar del coche y le preguntamos que por qué me había seguido desde Móstoles. Era un inspector de la competencia (Distrimadrid) al que sus jefes habían mandado para averiguar cómo íbamos a repartir. Estaban intrigados, ya que no teníamos instalaciones adecuadas para una distribución de esa envergadura. Juan Mora, tal vez recordando los tiempos en que él también había sido inspector, le trató amablemente y le invitó a quedarse con nosotros el tiempo que quisiera.
Pero bueno, tenemos que seguir con tu historia
¿También has sido distribuidor de Prensa?
Sí. Monté una distribuidora en Cuenca y Ciudad real ya que me unen con Cuenca, en especial con Tarancón, unos lazos muy fuertes. Lo intenté pero no cuajó y tuve que cerrarla. Me puse a trabajar de lo mío, de comercial en un Almacén que tenía la sede en Granada y que vendía de todo. Pero estuve poco tiempo porque en seguida me fui a trabajar otra vez a Bruguera.
¿Volviste a Bruguera?
Sí. D. Francisco BRUGUERA, decía que el que se marchaba de Bruguera ya no volvía nunca más. Conmigo no lo cumplió. Estuve hasta su cierre definitivo en 1986.
También trabajaste en la Distribuidora Itálica
Sí. En itálica visitaba quioscos y librerías y les vendía los cromos como autoventa.
Y después en Ediciones Noguer.
Jeroni Roca había sido mi jefe en Bruguera y cuando le nombraron Director General de Noguer me llamó y estuve de comercial visitando librerías hasta 1989. En aquellos tiempos se vendían muchos libros en quioscos y librerías. Recuerdo que el libro El Último Emperador se vendía como churros y no te digo nada del libro “Viven”, que ya llevaba 143 ediciones.
Después volvimos a trabajar juntos en el periódico El Mundo.
Me acuerdo perfectamente ¿Y tú te acuerdas cómo pasó?—de nuevo se invierten los papeles y es Martín el que me pregunta.
- ¿Te acuerdas de la fiesta de despedida que hiciste cuando te marchaste de Itálica porque te ibas al periódico El Mundo?
- Sí. Claro que me acuerdo—le respondo.
- ¿Te acuerdas lo que yo te dije en esa fiesta?
- Pues no. La verdad es que no—le miro extrañado.
- Pues te dije lo que le dijo el buen ladrón a Jesús: “Acuérdate de mí cuando estés en el Paraíso”. Y no se me olvida que poco tiempo después recibo una llamada telefónica tuya, descuelgo y me dices: Martín, ¿te quieres venir al Paraíso?
- Ja, ja, ja. Ya no me acordaba. ¡¡Eres increíble!! Pues claro. Te necesitábamos para montar las rutas de reparto—y me quedo pensando que a pesar de conocerle bien me sigue asombrando el memorión que tiene mi amigo Martín.
¿Te decepcionó el Paraíso?
No. La verdad es que se formó un equipo muy bueno. Por cierto guardo la página del suplemento especial que se publicó en el décimo aniversario, donde salen los nombres de todos los trabajadores que participamos en la fundación de El Mundo. (me pide que la publique).
¿Qué recuerdos tienes de esa etapa?
Trabajamos mucho pero muy motivados. Sacar un periódico adelante con los pocos medios que había al principio fue una tarea de titanes. Recuerdo cómo Pedro J. Ramírez me esperaba impaciente para conocer los resultados del sondeo de ventas que hacíamos todos los días por la tarde. No me dejaba ni hacer los cálculos, ni seguir el cauce reglamentario. Nuestro jefe Pedro Alonso me dijo un día: “Martín te vas a tener que vestir de lagarterana” para que Pedro J. nos dejara calcular el resultado del sondeo de forma más tranquila. Estaba obsesionado con las ventas.
Es verdad. Fueron tiempos duros pero con la distancia del tiempo se recuerdan con nostalgia ¿Te acuerdas cuando invitaste a Julio Sabala a la fiesta de Metropoli.
Claro que me acuerdo. Era el día 31 de Mayo de 1990, el día de la presentación de Metrópoli, el suplemento de Ocio de El Mundo. Todos los de distribución estábamos comiendo en el restaurante Los Chavales, cuando vemos en una mesa al lado a Julio Sabala, el hombre de las mil caras, el imitador inimitable, muy popular en aquellos años. Yo me levanto, me acerco a saludarle, me presento y le digo que esa noche hay una fiesta en la discoteca Pachá para celebrar el lanzamiento de Metrópoli. Me dice que quiere conocer a Pedro J. Ramírez y le digo que está invitado, le entrego mi tarjeta y que en la puerta pregunte por mí. Todos os reíais de mí pero ya en la discoteca, cuando oigo por megafonía: “Señor Martín, acérquese a la puerta que preguntan por usted” y le veo esperándome el que se reía era yo. Le acompañé hasta donde estaban sentadas nuestras mujeres y se sentó con nosotros. Ellas flipaban.
Es verdad. Yo no me lo podía creer, ja, ja, ja.
Luego volvimos a trabajar juntos en Claro, otro periódico nuevo que salió en 1991
Sí, ese duró poco. Fue una pena. Grandes medios, grandes presupuestos. Salió con muchas ínfulas pero sólo duro 5 meses. Todavía recuerdo la presentación que hizo Matías Prats del equipo de distribución en el Scala Meliá Castilla, nombrándonos uno a uno con una breve reseña de nuestro curriculum. Terminó con la frase: ” Esta plantilla está hecha a golpe de talonario”.
La verdad es que se gastaron una millonada que fue a la basura.
Y en promociones ni te cuento. Recuerdo el almacén donde se guardaban los artículos de promoción comercial (merchandising). Estaba a rebosar. Todavía guardo un boletín de los que se hicieron para entregar a los puntos de venta en el que aparezco entregando un premio a Isabel Gómez, que tenía un quiosco en Bravo Murillo, 187.
Menos mal que cuando cerró encontraste trabajo rápido.
Sí, fueron años en los que había trabajo en nuestro sector. Me llamaron de Hollander la empresa encargada del reparto de El Mundo y estuve de inspector de rutas un tiempo. Luego, en contra de mi voluntad, me nombraron director de tráfico y estuve controlando en el cierre la salida de las rutas desde las 4 de la mañana.
¿Por qué contra tu voluntad?
Porque yo no quería asumir responsabilidades que no me correspondían.
¿Hasta cuándo estuviste en Hollander?
Cambió de nombre y se llamaba Interpress. Estuve hasta Agosto de 1995. Discrepancias con el gerente forzaron mi salida de la empresa y llegamos a un acuerdo.
Pero luego volviste a trabajar en Interpress
Si, fue cuando salió La Razón en 1998. Se había marchado el gerente discordante y Pura Hernández que era la directora de distribución de La Razón y que había sido compañera en Claro me recomendó porque quería que controlara el buen funcionamiento de las rutas de reparto.
¿Y ya hasta tu jubilación?
Bueno antes tuve un accidente con el coche que me tuvo un año de baja y después me jubilé: el 7 de octubre de 2001 unos días antes del Congreso Nacional de Vendedores de Prensa de Asturias.
Es verdad. En esa época yo era Presidente de Conadipe, estaba organizando el Congreso y tú habías hecho muchos favores a las Asociaciones y decidimos invitarte al Congreso que se celebró en Asturias los días 12,13 y 14 de Octubre.
Fue un viaje entrañable en el que disfruté mucho rodeado de vendedores de prensa. Ten en cuenta que yo siempre me he sentido amigo de los vendedores de prensa. Desde los tiempos en que fui repartidor de Bruguera, pasando por todas las empresas en las que mi cometido ha sido visitarlos, he sentido un enorme respeto por su trabajo y con muchos de ellos ha habido una magnífica relación personal.
Me consta amigo Martín. Así me lo han dicho todos los que te han tratado. Y varios asistentes al Congreso de Asturias me han preguntado por esa persona que animaba los traslados en autobús contando chistes, cantando y que contribuyó a que hubiera muy buen ambiente. Todavía se acuerdan de ti.
Y yo quiero agradecer el trato que Asociaciones como Avecoma me habéis dado invitándome a vuestras Cenas de Hermandad y nombrándome AMIGO DEL VENDEDOR DE PRENSA.
¿Quieres añadir algo más?
Sólo quiero reiterar mi aprecio por los vendedores de prensa recordando a dos personas que a mi modo de ver son las que mejor representan el cariño que he recibido de ese colectivo.
Gloria Piña, que regentaba el quiosco de la Glorieta de Bilbao frente al Café Comercial y a la que conocí en los años setenta cuando yo era repartidor de Bruguera por su afecto, por su bondad y por el buen trato que me dispensaba.
Gregoria López Rojas que regentaba el quiosco de Conde de Peñalver, 34 y que también conocí en aquellos años, por su buen humor y los buenos momentos que pasamos juntos contándonos nuestras batallitas.