MI AMIGO MARTIN (I). La persona

En el Restaurante La Sirena Verde donde mantuvimos la conversación que da pie a esta entrevista

Tuve la suerte de conocer a mi amigo Martín hace 40 años, y nuestra relación en este largo periodo ha pasado por diversas etapas: compañeros de trabajo, colaboradores desde distintas empresas cada uno y amigos de esos que sabes que están ahí cuando los necesitas. Hemos  sabido mantener una relación estrecha pero templada, aplicando el refrán que oí de una persona inteligente: las buenas relaciones para que duren no pueden ser ni tan cerca que te quemes ni tan lejos que te hieles.

Es una persona polifacética, cumplidora en el trabajo y un hombre cabal de los que ya quedan pocos. Ha tenido una vida larga e intensa que merece la pena ser contada, y ese es mi propósito, aún a sabiendas que sólo puedo alcanzar a contar breves retazos de la misma.

En el que fue edificio de la Cámara de la Propiedad, la casa donde vivió toda su niñez y juventud

Lo primero que se aprecia cuando le ves por primera vez es su porte distinguido, siempre enfundado en su traje con corbata y su pícara sonrisa. Cuando le oyes hablar destaca su voz potente de barítono que contrasta con su cuerpo menudo. Su conversación es sobresaliente  y enseguida se da uno cuenta del memorión que posee, ante la retahíla de fechas, datos, lugares y nombres de personas con que completa cualquier relato. Y si todo esto no fuera suficiente además sabe contar chistes como nadie y sabe cantar. Sí, sí, también canta.

Aceptó mi propuesta de escribir sobre su vida  y quedamos a comer en La Sirena Verde, un restaurante de la Gran Vía madrileña, que evoca con su nombre la leyenda sobre la sirena Mariña de la Isla gallega de Sálvora, una historia preciosa que puedes leer AQUI.

Hoy es 8 de Abril de 2021 y Martín no pierde ocasión de recordarme que hace 30 años, el 8 de Abril de 1991 salía el número 1 del periódico Claro, que fue la última empresa en la que trabajamos juntos.

Con sus padres, hermano y hermana. El era el más joven.

Pero ya habrá ocasión de hablar sobre ello. Hoy quiero mostrar a la PERSONA.  

Tu nombre es  Juan José Martín Morales. Martínmorales es un dibujante y humorista gráfico famoso ¿no te han confundido con él?

No, él es un poco más joven que yo. Pero una vez si me confundieron con otro periodista.

¿Cómo fue eso?

Era cuando trabajábamos en el periódico El Mundo y un día en recepción me entregaron una carta dirigida a Martín Morales. Cuando la leí era la queja de un lector que protestaba por el tratamiento que se había dado en una información al colectivo gay. La carta estaba escrita con muy buena “pluma” —sonríe con picardía—. Cuando la devolví,  porque no era para mí, me sentí satisfecho. En El Mundo me conocían más que a ese periodista.

Supongo que a estas alturas no te importa decir la edad, ¿cuántos años tienes?

Este año espero cumplir ochenta y cinco. Nací en Madrid en un hotelito (ahora lo llamaríamos chalecito) de la Ribera del Manzanares  que mi padre compró en 1932. Hoy todavía existe y se encuentra en la calle Lanzada, 16. Nací tres meses después de empezada la Guerra Civil, el 7 de Octubre de 1936. Y tuve que nacer deprisa.

Con su padre y su hermano mayor

¿Cómo deprisa?

Me contó mi madre que tuvo que darse prisa porque durante el parto se presentaron en su casa dos funcionarios del Gobierno que se bajaron de un coche oficial para llevarse a la comadrona pues tenía que atender otro parto por orden del presidente del Gobierno,  Francisco Largo Caballero. –y añade con el buen humor que le caracteriza—si no me llego a dar prisa al nacer, se va la comadrona y me dejan con el culo al aire.

Los años de la posguerra fueron duros ¿Cómo fue tu infancia?

Mis padres tuvieron cinco hijos, yo soy el menor, y aunque mi padre siempre trabajó y no pasamos hambre había mucha escasez.  Mi padre era maestro pero no soportaba al alumnado y se enteró que en la Cámara de la Propiedad Urbana necesitaban cobradores para ir por las casas y lo solicitó. Le hicieron un examen y aprobó. El presumía que había sido el único empleado que había entrado a trabajar en la Cámara por examen. El resto había sido por enchufe.

Pronto ascendió a Ordenanza y nos dieron vivienda en la propia Cámara, en el número 4 de la  Plaza San Martín, por lo que viví muchos años en pleno centro de Madrid.

Pero el sueldo no daba para mucho y había que buscarse la vida a riesgo de perderla como le pasó a mi hermano mayor.

El día de su comunión con su hermana.

¿Qué le pasó?

Cuando terminó la Guerra,  Madrid estaba lleno de bombas que no habían explotado y mi hermano que entonces tenía 11 años, se dedicaba a desactivarlas y venderlas por unas cuantas pesetas. Una de ellas le explotó y le destrozó.  Fue un 16 de Mayo y murió en la Casa de Socorro que había en la calle Navas de Tolosa donde hoy está el chocolate Valor. —Echa mano de su memoria y quizá  para cambiar de tema  dice— coincide que un 16 de Mayo también murió el torero Joselito el Gallo y Lola Flores.

¿Pudiste estudiar?

De niño fui al colegió Huarte San Juan que había en la calle Comandante Fortea y recuerdo que al maestro, Don Felipe Herranz  Herranz le faltaba el dedo meñique, pero eso no le impedía dar unas hostias de campeonato.

Alternaba los colegios según viviera en el hotelito o en la vivienda de la Cámara

También estuve en otro colegio que estaba al lado de la Cámara en lo que hoy es el Restaurante Parrondo. Recuerdo que los maestros eran D. José y D. Victor y la verdad es que aprendí  lo justo. Era un poco vago.

También fui a la Escuela de Artes y Oficios de la calle La Palma a aprender orfebrería. Gracias a eso me pude colocar en talleres de joyería.

Pero yo siempre digo que he estudiado en la Universidad de la calle y no me ha ido mal.

De monaguillo en las Descalzas Reales

He visto unas fotos  en las que estás de monaguillo. ¿Cuándo fue eso?

Con 13 años dejé el colegio y fui monaguillo en las Descalzas Reales. Cuando me presenté al Sacristán me preguntó:

—¿Cómo te llamas?

—Juan José Martín Morales, para servirle a Dios y a usted— y él me contestó:

—A Dios sirve lo que quieras pero yo te voy a dar cada hostia que se te va a encender el pelo. Y cuidadito con el vino.

Así aprendí, a golpes cada vez que me equivocaba. Un día dejaron el vino a mano y cogí una moña de no te menees. Creo que lo hicieron adrede porque ya no volví a beber más de la cuenta.

Ganaba 5 pts diarias más las propinas. Recuerdo una señora que se confesaba cada quince días y me pedía que avisara al cura D. Pedro. Siempre me daba 5 pts de propina.

Pero si hay algo que identifique a Martín es su forma de contar cualquier anécdota llena de datos y demostrando que se conoce Madrid como la palma de la mano. Ahí va una muestra:

También estuve de Monaguillo en el Niño del Remedio, en la calle Arenal, en la calle de los  Donados, según vas hacia Opera, la primera es las Hileras que va a la Cámara (de la Propiedad), la segunda es la calle de los Donados y luego viene Costanilla de los Angeles.  Después viene la Taberna Real, la Plaza de Isabel II, el quiosco de Cándido Henche y si sigues para arriba están los Caños del Peral, que abajo en el metro está el Museo de los Caños del Peral. Luego si te vas hacia la calle Arrieta, que al final está la Iglesia de la Encarnación donde  el 27 de julio se licua la sangre de San Pantaleón. Ahí está la calle Santa Catalina, la calle de Torija, según subes a la izquierda está el Restaurante La Bola, luego más para arriba está la calle Fomento, que sale a la calle del Río, que es paralela a la Plaza de España. En la calle del Río esquina a Fomento  es donde estaba Bodegas Criado, el bar donde se comían las sardinas a la Bon Buplé, que eran lomos de sardinas limpias de espinas a la plancha, encima de una rebanada de pan. Un chato de vino y dos sardinas costaban 3 pesetas. Y se queda tan pancho

Con amigos de juventud

También he visto fotos en las que estás cantando

Mi padre, gracias a las propinas que recibía, me pudo pagar las clases de canto que recibí del Maestro Vela, que era hermano de Luisa Vela, casada con Emilio Sagi. Estos eran los mejores  cantantes de ópera y zarzuela del momento.  La escuela estaba en la calle Gran Vía, 11 por cierto al lado de la sastrería Bustillo de la que se decía: “Qué bien viste Bustillo a su excelencia el Caudillo”. El ingenio popular sacaba a relucir su guasa y  se hacían versos como éste. Igual se hacía con un  almacén de tejidos que había en la calle Atocha, cerca del teatro Calderón, que se llamaba Bobo y Pequeño. : ¿Qué me das si te enseño dónde está Bobo y Pequeño?

Y se contestaba: En el Pardo. Si te pillaban diciendo eso,  al talego.

Con compañeros de la Joyería. Rodeado de dos bellas señoritas.

En aquellos años había que tener cuidado con lo que se decía. Tú me contaste una vez que tu padre había muerto dos veces. ¿Cómo fue eso?

Cuando yo tenía 13 años mi padre murió en el hospital de la Cruz Roja que hay en Reina Victoria 22. Le tenía que operar de próstata el urólogo Dr. Paez  pero le operó el Marqués de Villaverde. Como era quien era, llegaba a un quirófano  y decía “doctor, con su permiso a este enfermo lo opero yo. A ver quién le decía que no al yerno del Caudillo.

Fue el 25-03-1950 le dejo una arteria mal cosida y se desangró. Lo bajaron al depósito de cadáveres. Menos mal que unas monjas que bajaron a rezar al depósito se dieron cuenta que estaba caliente y respiraba. Lo subieron a planta y le hicieron transfusiones de sangre y se recuperó. Localizaron a mi hermano que estaba de guardia haciendo la mili en Cibeles, en el Ministerio del Ejército, para que donara sangre y recuperar así la que le habían puesto a mi padre.

A los tres días, el 28 de Marzo un compañero de sala le contó a mi padre la historia, con todo lujo de detalles. Mi padre impresionado cogió su abrigo y se escapó del hospital y se fue al hotelito. El sólo se curó con polvos de azor y gasas, pero la herida cicatrizó por fuera pero no por dentro y se le salía el paquete. En Agosto tuvieron que operarle de nuevo pero esta vez con resultado satisfactorio. Ya no le operó el Marqués de Villaverde.

Por eso cuento que mi padre murió dos veces, la definitiva fue el  6 de diciembre de 1978, el día que se aprobó la Constitución.

En el servicio militar que lo hizo como voluntario en la base aérea de Getafe.

¿Pero a pesar de ser años duros el buen humor nunca te faltó?

No, eso no puede faltar nunca. Mira tú sabes cómo se dice en chino:

“Afortunado en el juego, desgraciado en el amor».

Si bingo chachi chichi chungo

(Continuará)

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